viernes, 18 de octubre de 2013

CRÓNICA CHALLENGE BARCELONA MARESME.




            Ya soy un Ironman Finisher!!!!!. Y esta vez no me ha pasado nadaaaaaa. Ni pinchazos, ni roturas de radios, ni penalti box, ni calambres, ni caídas, ni golpes en la natación (uno antes de empezar…), ni dolores…

          Nuevas lecciones me he llevado del pasado Challenge de Calella, Distancia Ironman:
-        Primera y más importante, que es absolutamente necesario incluír el gimnasio en los entrenos. Sobre todo las rutinas de piernas. No tanto para aguantar tanta tralla de entrenamientos y la prueba en sí, sino para evitar en la medida de lo posible las tan temidas lesiones.

-        Segunda, que se puede acabar un IM sin depilarse las piernas. Es curioso, yo me fijo en esas chorradas, pero en la carrera, quizás para mantener la mente ocupada y no preocupada por el cansancio acumulado, me fijaba en que todos los tíos, sin excepción, que me pasaban, a los que pasaba o con los que me cruzaba, iban depilados. El momento en el que no pude contener una sonrisa fue cuando pasé a una chica, nórdica por su aspecto, que mantenía intacto el poco vello rubio de sus piernas. Pelo que, por la lluvia y el sudor acumulados, era visible a simple vista hasta para un cegato como yo.

-        Tercera es que hay que cumplir al pié de la letra el refrán de las tres “C”. Nada con Calma, pedalea con Cabeza y corre con Cojones. Eso si quieres acabar vivo y de una pieza un reto de esta magnitud.

-        Cuarta es que para tanta distancia una cabra (bici específica de contrareloj y triatlón) es una excelente opción. Sobre todo cuando gran parte de la ruta de bici es llana y suele hacer viento. Con el visto bueno (necesario) de mi señora, me compré una cabrilla normalita. Muy bien de precio en el Reino Unido, pero con muy buena pinta. De Aluminio, nada de carbono que se disparan los precios. Una Argon 18 E-80 preciosa (al menos a mi me lo parece). Si en entrenamientos ya me parecía una pasada, en competición he descubierto que te permite hacer lo mismo con menos esfuerzo (o esa es mi sensación).

-        Quinta. Si se prevé lluvia (aunque te digan que no) deja un par de calcetines secos en la bolsa de run. Me salvaron la vida.

-        Y último aprendizaje es el desaprendizaje. Olvídate del fortasec y de la cafeína. Al parecer ambos tienen efectos diuréticos y conjugados son peligrosos en cuanto a deshidratación y calambres. Lee uno mucho y, buscando una causa a mis rampas generalizadas en los triatlones de media distancia, conseguí información sobre el efecto de ámbas sustancias y su relación con los calambres por deshidratación. Ni corto ni perezoso retiré el fortasec previo a las pruebas y la cafeína casi al completo de mi vida. En los últimos triatlones y duatlones en los que he participado comprobaba, gozoso, cómo no aparecían ni tan siquiera avisos de rampas. Aún forzando. Igual en los entrenamientos largos. Buena señal pero era fundamental testarlo en competición y en un triatlón de más de 4 ó 5 horas. Y prueba superada con creces. Ni un amago en las 11 horas y 14 minutos que me llevó acabar el Challenge de Barcelona-Maresme. ¡¡¡¡Bingo!!!!. Eso espero…

El Challenge era mi prueba objetivo del año, el cúlmen de tantos entrenos. De tantas horas machacando este vetusto cuerpo de casi 45 años. Y de tantas competiciones-puente. Que yo recuerde (es posible que me deje alguna) este año he participado en:
-        Pujada Xtreme al Puig De Missa. Prueba de Trail-Running.
-        Duatlón Cross de Sant Agustí.
-        10 Km. De Sant Antoni. Running.
-        Half FART (Formentera Half Round Trail). 40 km. De trail running.
-        Triatlón Clandestino Salinas.
-        Half ICAN Málaga. Triatlón de Media Distancia.
-        Passéig a Passéig. Running.
-        Media Maratón de Ibiza.
-        Quadriatlón Isla de Ibiza.
-        Travesía 6 km. Nadando Ibiza Patrimonio de la Humanidad.
-        Triatlón Cross Salinas.
-        Travesía de 3 km. Nadando Mojaté por la Esclerosis Múltiple.
-        Travesía 1.5 km. Santa Eulària.
-        Triatlón Cross de Pou Des LLeó.
-        Triatlón Cross Cala Bassa.
-        Triatlón Olímpico de Formentera.

Competiciones como los últimos triatlones Cross y el triatlón olímpico de Formentera a los que llegaba muy cascado, con de 10 a 12 horas de entrenos en esa semana y algunas veces con 4 horas el día anterior. Cuando te pones el dorsal es difícil regular pero lo haces. Ves que no tienes fuelle para nada, que lo único que quieres es acostarte, dormir y descansar, y no estar allí partiéndote el alma. Pero cuando se dá la salida todo cambia y haces lo que puedes dentro de tus posibilidades actuales. Y además, si te sale mal, tienes la excusa perfecta “es que esta semana llevo muchos entrenos y vengo reventao…”. Es cierto, pero no deja de ser una excusa.

Ya se lo dije a mi costilla. Llegaba a esta competición con muy buenos entrenamientos, con buenas sensaciones en el último triatlón que disputé, el de Formentera, que me sirvió de test de ritmos y sensaciones, pero con una mala intuición. Me pasa a veces. En un Irontrimallorca soñaba que pinchaba dos veces los tubulares. Por suerte me equivoqué (sólo pinché una vez…) pero era un pinchazo irreparable que me dejó 15 minutos en el arcén. No tenía buenas sensaciones porque en los últimos entrenos había pinchado dos veces los tubulares. Por consejo de mi mujer (a veces se vé más desde fuera que desde dentro) cambié las ruedas de perfil de carbono, con tubulares, por unas normales de carretera con cámara y cubierta. Y a partir de ahí me vino la confianza en la máquina y se eliminó el mal presagio como por arte de magia. La confianza en mis fuerzas la tenía intacta porque me notaba fuerte y resistente. No en vano me había cascado entrenos de casi siete horas (5 en bici y casi 2 corriendo con subida al Infierno incluída…) en solitario y con muy buenas sensaciones.

El viernes día 4 de Octubre empaquetamos media casa, la bici, y a las niñas y nos marchamos en barco a Barcelona. Casi 10 horas de travesía en camarote que me permitieron descansar casi todo el trayecto, con confianza porque era mi hija mayor la que llevaba el buque ;-).

Al llegar, tormenta de las gordas, y rumbo a Calella donde llegamos sobre las 10 de la noche. Desempaquetar lo empaquetado, cena fría en el hotel donde fuimos con pensión completa los cinco días (una gozada) y a dormir.

El sábado a recoger los dorsales y demás cachiperres, fotos de rigor y al briefing, donde nos informan que, a pesar de las primeras previsiones, parece que el día 6, el de la prueba, no va a llover. Buff, alivio de los presentes porque esos días había caído la de Dios Padre. ¡¡Qué equivocados estaban!!!!!. O no, porque realmente lo que hizo no fue llover. Diluvió!!. Briefing en el que me coloqué en las primeras filas viendo a muchos cracks de los que suelo ver en las revistas especializadas. Una gozada que disfruto cada vez más.

Vuelta con toda la troupe al hotel, comida y a prepararlo todo para dejar la bici en boxes esa misma tarde. Allí ya se empieza a respirar nerviosismo en el ambiente. Tengo suerte y no soy nada nervioso, he salido a mi padre, pero veo caras ya desencajadas y muchas preguntas tontas de unos a otros. Esto lo dejo así?. Se puede esto o lo otro?. Y si?. No será mejor? Buff. He cometido el error de llevar una camiseta Challenge de otro año y parece que me han tomado por uno de la organización o por alguien con experiencia. Hay que salir pronto de allí. Incluso me preguntan en inglés. Ahí si que respondo con gestos y haciendo lo que hacemos los españolitos que tenemos “nivel medio de inglés en los Curriculums…”, gritar.

Cena en el hotel y pronto a acostar, que estamos toda la familia cansados. Tardo mucho en dormir, por lo menos dos minutos… y me despierto a las 4 de la mañana porque la vejiga me estaba avisando (tanta hidratación el día anterior…). Pis y vuelta a la cama. Esta vez tardo más en dormir (unos 3 minutos ;-)). Como mi padre, si.

Suena el despertador a las 5 y media, me hago el remolón y me levanto. Como estamos en una habitación de hotel todos juntos (solemos ir a apartamentos con habitaciones) esta vez me encierro en el baño y allí me visto para la ocasión, preparo la hidratación y la nutrición y al bike park. Estoy ilusionado como un niño.

Un kilometrillo y medio andando tras dejar la nutrición y prepararlo todo dirección a la meta, desde dónde saldríamos en la natación. De nuevo, como en otras pruebas, me siento afortunado por poder disfrutar de estos momentos y de este deporte en estos lugares paradisíacos. Dejo la bolsa con la ropa de calle y me enfundo en el neopreno. Veo al maestro Campillo con prisas como siempre y nos saludamos. Qué crack, campeón de España en su grupo de Edad. Yo de pequeño quiero ser como él (es que soy algo más viejuno…). Llega con dudas por una lesión en su gemelo pero estoy seguro que lo bordará. Y así fue.

Me pongo el gorro rosa que nos ha facilitado la organización a los del grupo de edad de más de 45 años. Curioso, es el mismo color que el que nos dieron a los Open en la última edición del Home de Ferro. Prueba con el mar bien agitado, con mucha lluvia y viento, que fue épica. ¿Presagio?. Se demostró que si.

Los Pro salen a las 8:30, y de ahí un grupo cada 3 minutos. A nosotros nos toca salir a las 8:47. Así que voy tranquilo. Me meto al mar a calentar cuando salen los pro. Vaya mákinas!!!. Aunque veo algún rezagado nadando. Hago ida y vuelta y compruebo que hay mar de fondo, algo de oleaje en la costa pero una gran corriente hacia la derecha. Malo, porque nadamos 850 metros hacia esa dirección pero luego giramos 180 grados y nos queda una recta contra marea de 2350 metros (o eso decían, a la postre bastantes más…). La corriente me aleja de la zona en la que salí y casi me voy a la zona de salidas. Rectifico y uno que venía de frente y al que no ví (ni el a mí) me pega un puñetazo en el bíceps derecho que me lo deja tocado. Aún hoy tengo el moratón.

Salgo y me dirijo al cajón de salida. Nos quedan dos grupos por delante, así que me acerco a la zona. Empiezan a sonar relojes (la gente se empieza a poner muy nerviosa) y me extraña ver tantas caras desencajadas y miradas perdidas. He salido a mi padre. 98 pulsaciones y ya es mucho para mí pero vengo de hacer una serie en el mar.

Como en un sueño entramos en la zona de salida. Estoy gratamente contento. Quiero disfrutar este triatlón ya que, por suerte, nada se ha torcido demasiado y parece que lo vamos a disputar en su integridad. Tenía que haberme matriculado en la distancia el año pasado en el Ican de Paguera-Mallorca, pero una mar terrible y un día perruno hicieron que nos convirtieran el triatlón en un duatlón de larga que me dejó bastante tocado anímicamente por no haber podido estrenarme. Pero hoy no va a pasar eso, hoy sí es el día me digo a mí mismo.

Miro la boya en el horizonte y veo que no hay mucho interés en ocupar la primera línea en su parte central. Un buen hueco y los que me anteceden se van apartando a ambos lados o detrás. Me coloco casi en el centro en primera fila y decido salir fuerte y luego ya regular el ritmo pasada la primera boya.

Genial, ni un manotazo, ni asomo. Veo a pocos delante mía y voy a mi bola. En poco ya está aquí la boya, giro a la derecha y a por el primer largo. Quiero la referencia de ritmo de la boya de giro de este largo, según el plano está a 1050 metros de la salida, así que pienso pasar en unos 17-18 minutos con el sprint inicial. Voy bien, fresco y rápido. Pronto empiezo a pasar a rezagados de grupos anteriores. Llevo a rueda a dos de mi grupo (inconfundibles esos gorros rosa) y me relevo tirando con otro que, de vez en cuando, se hace diagonales extrañas (o las hace él o las hago yo…). Llego a la boya demasiado pronto, poco más de 15 minutos según mi Garmin y pienso que, o está mal medido o la corriente es incluso más fuerte de lo que me esperaba, porque no le he dado demasiada caña. Giro a izquierda y 100 metros que cronometro otra vez. Ahora si, la corriente me lleva a la derecha de la boya continuamente y tengo que rectificar varias veces. 17 minutos y poco, algo menos de un minuto cuarenta estos 100 metros, mi ritmo de referencia. Giro a la izquierda de nuevo y a por la gran recta con marea contraria. Poco que contar, pasando gente de otros grupos y sin ver ningún gorro blanco de los Open que salieron tras nosotros, buena señal. En un momento sigo a otro nadador con el gorro rosa y, al tiempo, compruebo que nos hemos salido muchísimo de la trazada y tengo que volver al redil. Él lo hace poco después. Unos metrillos de más, no importa, hay tiempo. Voy muy bien y con un ritmo cómodo. Pienso que saldré del agua entre una hora y cinco minutos y una hora y siete, más o menos según lo previsto.

Hace unos años, cuando sólo nadaba, hubiera intentado bajar de una hora, pero cada vez nado peor, más lento y me cuesta más trabajo. Dedicar más tiempo y constancia a la bici y a correr me han dejado esta secuela. Totalmente asumible.

Pero al llegar a la boya de giro hacia la playa, de la que nos separan los últimos 300 metros, miro el Garmin y compruebo horrorizado que llevo ya casi una hora ocho minutos. Algo ha fallado, ¿Tanto me he dormido? ¿Tan fuerte era la corriente?. Aprieto hasta la playa y salgo en un muy discreto 1:13. Bueno, esto no ha hecho nada más que empezar y lo bueno es que voy muy fresco aún y que no llueve. Luego, revisando los datos del Garmin, compruebo que me ha medido 4,39 km. (casi 600 metros de más). No creo que sea tanto pero los comentarios que voy viendo en la red es que nos metieron una media de 300 a 500 metros de más y que eso y la corriente hizo que todos bajáramos de 5 a 10 minutos nuestro tiempo esperado.



Transición lenta colocándome los manguitos en los brazos por lo que pudiera ocurrir y a por la cabrilla. Primeros kilómetros por dentro de Calella calentando motores y con mucho cuidado porque el asfalto estaba mojado aún. Mucha curva y badenes que hacían difícil acoplarse bien a la bici.

Al paso por las cercanías de nuestro hotel primer subidón. Mis niñas ya se habían levantado, desayunado y ahí estaban esperándome. Piel de gallina, saludo reglamentario y al lío.

Por fin la rotonda y a cabalgar por la N-II. Una gozada, sin tráfico, toda para nosotros. Dos vueltas de unos 76 kilómetros y una última de 38. Primer largo hacia Montgat perfecto, regulando mucho pero con medias superiores a los 32 km/h. De pulsaciones por debajo de 140. Perfecto. Sin apenas viento y sin lluvia. Vuelta más de lo mismo, comiendo y bebiendo según lo previsto. Primeros 70 kilómetros con una media de 33,5 km/h. Flipando. Y eso que me notaba regulando en todo momento y sin forzar. Me encontraba pletórico. Antes del giro en la rotonda  nueva dosis de adrenalina. De nuevo mis chicas (no sé cómo se las apaña mi mujer, lo suyo si es meritorio…) animando desgañitadas. Piel de gallina de nuevo, algún que otro congojo pensando la suerte que tengo y al lío.




Pero esta vez es distinto. Se ha levantado un viento molesto con buenas ráfagas medio de lado medio de frente. No lo había notado volviendo pero ahora ya molesta. Bajo un poco la media, que no las revoluciones, y al tema. Me duelen un poco las lumbares de ir tanto tiempo acoplado, pero eso lo he entrenado bien también. Ibuprofeno y a seguir. Me cuesta llegar al giro y pienso que a la vuelta volaré. Pero estoy equivocado, el viento a veces de lado pero otras medio de frente, sigue molestando. No tanto, pero no me deja aumentar mucho el ritmo. Pulsaciones bajando, seguimos bien.

De pronto todo se empieza a oscurecer y caen las primeras gotas. Bueno, una llovizna vendrá bien para refrescar. ¡Leches llovizna!!!!!. De pronto se desata la gota fría. Unos goterones del 10. Con las gafas no veo pero sin ellas tampoco, así que llegando de nuevo a Calella suavizo mucho en las pocas curvas que hay y en las cuestas abajo. No sea que…

Último giro en la rotonda y a por los 40 últimos kilómetros. Sigue arreciando la lluvia y por momentos dudo si pararme. Los manguitos me vienen bien pero tengo frío y estoy calado. Además, hace tiempo que me estoy orinando y eso me provoca más frío. Así que pienso que es el momento para aprender a orinar en ruta. Lo he intentado otras veces en competición pero sin suerte. Con la que está cayendo me voy a limpiar rápido, así tendré menos frío. Dicho y hecho. Costó un poco al principio pero luego… Calentito, calentito, qué gozada. Suena escatológico, pero en ese momento me dio la vida. Con el agua que caía se limpió todo en segundos pero… y lo a gusto que se queda uno????.

Por momentos deja de llover y otros cae a cántaros. En algunas zonas, ya en el regreso de esta vuelta corta, hay auténticos ríos que cruzan la calzada. Vamos todos a 10 y con mucho cuidado. Hay que colocar las bielas paralelas al suelo porque si no el pié que estuviera abajo acabaría sumergido. Bajan de la ladera auténticos torrentes de agua. Por momentos pienso que es posible que, en esas circunstancias y si nada cambia, puedan parar la prueba porque es peligroso. Se me hace un nudo en el estómago sólo de pensarlo. Además no me preocupa la media ni el tiempo, me preocupa no caerme. Lo consigo a duras penas. Llegando a Calella se empiezan a intuir los primeros claros y me sonrío para mis adentros. Esto está hecho. Mucho cuidado de nuevo callejeando por Calella y a la T2.

Entrando en el bike park de nuevo oigo “Papi, Papi”. Subidón subidón!!!!!. Mis chicas están al lado de la zona donde tengo que dejar la bici. Otro regalo suyo. Les digo que voy genial, les lanzo besos y a la T2.

Me la tomo con calma, hay que cambiar los calcetines, completamente empapados, y secar un poco los pies con la toalla que dejé en la bolsa de Bike. Visera, cinturón con botellas de gel, zapatillas y a trotar.

Los primeros kilómetros se me pasan rápido. Voy bien y fino e incluso tengo que regular. Me miro el Garmin y cuando veo velocidades por debajo de 5m/km aflojo el pistón, que queda mucho. Al pasar por un parque infantil que localizamos el día anterior veo a mi costilla animando. Paro, un beso bien merecido, y a seguir. Mis niñas no se enteran, están jugando en el parque. Arranco de nuevo entusiasmado y repleto de energía. Mejor que el Red Bull oye!!!.

Esto si es un avituallamiento!!!!!!

El recorrido es sinuoso. No es duro pero hay que pasar dos pasos bajos las vías del tren y uno de ellos está anegado de agua. Agua que huele fatal y pensando que en esos bajos hay urinarios me temí lo peor. Zapatillas anegadas de agua y pies de nuevo empapados con ese “chof chof” que tanto molesta y que prácticamente no me dejaría en toda la carrera de la maratón. Voy bien pero el ritmo ya se estabiliza en 5:30, lo esperado en la primera media maratón. Nuevo paso por el parque y ahora sí que están todas. No voy por tiempo así que paro de nuevo y reparto besos, comento que voy genial, me gritan campeón y de nuevo al lío.
Incluso bromeaba haciendo el avión

Nueva vuelta y más de lo mismo. Paradas besuconas. Pero mis intestinos están empezando a quejarse de tanto gel, isotónicos y barritas. Apretón de los buenos. Incluso empiezo a tener bastante frío. Pero ahora sí que he aprendido, tras la experiencia del Ican de Málaga. Me he presentado en la prueba con un tritraje de dos piezas. Así que en un avituallamiento anterior a la zona de retretes pillo una botella de agua de la que bebo sólo un poco. Compruebo que el excusado está libre (otro aprendizaje del Ican…) y desato la furia. Como nunca hay papel me hago un buen “checo” con el agua de la botella, me lavo la mano utilizada, subo el pantalón y de nuevo en liza. Visita relámpago que me deja muy aliviado y me hace volver al 5 pelao durante unos kilómetros. Al paso por la media maratón voy empezando a acusar el cansancio acumulado pero nada del otro mundo. A ese ritmo voy fácil salvo en las cuestecillas. Compruebo extrañado que no me duele nada. Cada dos por tres me hago un autochequeo y me encuentro bien. De pulsaciones no he subido de 150 en ningún momento y la media es de 130. Paso por la media maratón en 1 hora 50 minutos sin parar ni en los avituallamientos. Genial.



















Al pasar por mi avituallamiento personal, sobre el km 23, mi señora dice que irán al hotel a cenar sobre las 7 de la tarde. Con sorna le digo que no se preocupe, que yo seguiré por allí. No caí en mirar la hora. Le había dicho que tenía previsto acabar entre las 20:30 y las 21:00, pero iba mejor de lo esperado y debían ser las 18:00 más o menos. Muy mal tendría que darse la cosa para acabar a las 20:30. Pero no pensé en ello.

Tercera vuelta ya se hace muy pesada, es la peor porque acusas el cansancio y aún te queda otra. Ya andaba en los avituallamientos y me costaba no hacerlo en las rampas. Sí, las cuestecillas bajo las vías y un repecho más que había se habían convertido en rampas infranqueables. Los geles ya no entraban igual, no me apetecía comer y sólo pillaba bebida. Agua esencialmente. El ritmo se fue a 6, 6:15…

Por fin la última vuelta. Mis chicas ya se han marchado y me falta ese impulso. A ratos corro pero a ratos ando, no doy más. No estoy muy cansado, las pulsaciones son muy bajas, pero estoy en reserva. Las piernas se niegan y les tengo que dar descanso. De todos modos llego. Hace tiempo que caen unas gotas, luego para, vuelve a llover…

Mi reto era acabar, pero al dejar la bici vi factible bajar de 11 horas. Un sub-11 para un trimindundi como yo es algo con lo que ni se sueña, está reservado a otro tipo de deportistas. A esos que han hecho deporte toda la vida, son jóvenes o no tienen familia, el mejor material, que dedican muchas horas (porque las tienen). Ahora el sub-11 se esfumaba pero no me importaba. Quería disfrutar la prueba y si había que andar se andaba.

Como en el Ican de Málaga eran 4 vueltas de carrera. Y como allí dividí los pensamientos por antigüedad. Primera vuelta por mi hija Laura. Pensando en ella, en su picardía a pesar de sus tres añitos, en su alegría, en que la ví nacer y en ese calor que desprendía cuando me la entregaron en el paritorio. Segunda vuelta por mi hija Lucía. Pensando en el susto que nos dio al nacer antes de tiempo, en lo frágil que era y en la mujercita fuerte y fibrosa en la que se está convirtiendo. En su inteligencia y en todos los momentos buenos que nos dá. En que en Home de Ferro de 2010 me tiré las 9 horas y pico de competición con la canción de “16 añitos” de Dani Martín, cantada por ella, en mi cabeza. Tercera vuelta pensando en mi costilla. En el curro que le estoy dando con la casa y las niñas para que yo pueda entrenar. En que disfruta como yo o más de estas pruebas. En que no ha habido un reproche nunca por esta afición tardía mía. En que siempre ha estado ahí en mis gozos y mis sombras. En que 18 años después sigo sabiendo que acerté de pleno. Y última vuelta por mi. Por la constancia entrenando en solitario durante el verano ibicenco. Por levantarme todos los días antes de las 6 y permitirme hacerlo a las 7 los fines de semana, sólo para entrenar. Por sacar tiempo de debajo de las piedras para preparar un IM. Por autoentrenarme con lo difícil que es eso. Por mi cabezonería cuando las cosas no van, buscando soluciones. Por mi.

Últimos kilómetros, y lo que se estaba convirtiendo en sufrimiento se torna en un conflicto en el que, por un lado, mi cuerpo me pide que llegue ya, pero por el otro mi mente me dice que disfrute del momento. Que se está acabando el sueño.

Disfruto de cada paso y vuelvo a correr. Es el último esfuerzo y regreso al 5:30. Agradezco a los voluntarios del avituallamiento su apoyo y su trabajo (un 10 a todos) y rumbo a meta. Un kilómetro. Último kilómetro en el que paso de nuevo por el puente que recordaré toda mi vida ya que estaba a pocos metros, cada vuelta, del lugar en el que me veían pasar mis chicas. Le cogí cariño al jodido puente. Era mi particular “Stairway to heaven”.

Aprieto los últimos metros y ya veo las luces de la zona de llegadas. Por mi crono llevo once horas y trece minutos de jaleo. Quiero recoger a mis chicas y entrar a meta. Disfrutar de mi momento. Me lo he ganado.


















Pero cuando llego a las tribunas de público, y por más que busco, no las encuentro. En ese momento caigo en lo que me dijo mi mujer de irse a cenar a las siete. Miro el reloj y son las ocho clavadas. Media hora antes de lo pronosticado. Entre el alboroto no oigo a nadie que me llame. Mi ceguera me impide ver bien y recorro la última recta mirando a todos lados. Temiéndome lo peor. No les ha dado tiempo.

Entro en meta en 11:14:20 pero no lo disfruto. Sigo buscando a mis chicas. Sin ellas esto no tiene sentido. Incluso me tienen que ir a buscar y tocarme la espalda para ponerme mi medalla de Finisher. Para más colmo, justo conmigo entró otro triatleta con sus dos hijos de la mano y su señora detrás haciendo video. Desde aquí les pido perdón. Al dorsal 722 y a su familia, porque me puse en medio de la grabación sin darme cuenta. Iba perdido.





Medalla y a la zona de recuperación, donde me entregaron la camiseta de Finisher. No me emocioné, iba en una nube sin haber aún digerido lo que había ocurrido. Pensé que no habría visto a mis chicas y volví a salir a la zona de llegadas, esta vez por las tribunas, buscando más de 15 minutos de arriba abajo y sin encontrarlas. Volví a la zona de recuperación y tomé un bocadillo y una cerveza (barra libre que me perdí…). Mientras engullía algo sólido y salado (genial de nuevo la organización) vi a un triatleta con un móvil escribiendo wahtsapps. Le pedí el teléfono para llamar a mi señora pero ésta no contestaba. Imaginé que estaría entre el barullo así que volví a recorrerme las gradas sin suerte.

Estaba más preocupado por ellas que por mí. Porque sabía de su decepción al, tras haber aguantado todo el día al pié del cañón, no haberme visto llegar. Así que salí fuera de la zona y tampoco las ví. Vuelta, en un recorrido eterno, a la carpa de recuperación, último vistazo a las gradas y a salir de allí. Pensaba ir al Hotel, a ver si tenía suerte y a pillar mi teléfono.

Justo en la salida, entre un barullo de gente, diviso a mi mujer. Fue uno de los momentos más felices y de más alivio de mi vida. Se me estaba haciendo un mundo no encontrarlas. Besos y abrazos ahora sí reconfortantes. Ahora sí que era IM Finisher.



Mis niñas con botas de agua. Vaya día nos salió!!!!.

Ahora sí que disfruté todo lo vivido ese día. Me contaron sus peripecias y marchamos al Hotel. Ducha y a por la bici. Muchos más de 226 kilómetros hice ese día…

Del Hotel al Bike Park había algo más de un kilómetro. Seguía lloviendo y bajé con un paraguas. Me sorprendió ver la cantidad de triatletas que seguían corriendo-andando bajo la lluvia más de dos horas después de hacerlo yo. Uno de ellos con una manta térmica de esas que parecen de papel albal, como chaleco. Recogí la bici y las bolsas, me abracé con un portugués con el que corrí parte de mi tercera vuelta (la segunda suya) en silencio y comunicándonos casi por gestos. Nos dimos la enhorabuena mutuamente (nuestro primer IM en ambos casos). Y vuelta al hotel.

Cena fría gentileza del hotel por no haber podido ir a cenar, que me supo a gloria, y a la cama. Dormí como un tonco y, extrañamente, me desperté bien al día siguiente. Sin casi ningún dolor ni agujetas. El resto de los días que pasamos allí igual, aún no entiendo que, después de ese palizón, no me hayan quedado taras. Al menos no físicas…

Atrás quedan las anécdotas para el recuerdo y que escribo, como las crónicas, porque con el tiempo casi todo se olvida.

Como la del guiri que me pasaba en la bici cuando más llovía sonriendo y gritando “no rain spected, no rain spected!!!!!!” o algo así.

La del caganet en uno de los giros de la carrera a pié. Mucho tiene que apretar para no llegar a los diversos wáteres que había por el recorrido. Y si aprieta, por lo menos escóndete.

La del que corría, hasta que se lo señaló otro competidor, con un trozo de papel higiénico colgado de la cinturilla por detrás. Más que el hecho en sí mi pregunta es ¿dónde consiguió el papel?. Privilegiado.

La del corredor al que pasé cuando él iba andando y que me alcanzó poco después entregándome uno de mis bidones de geles que se me había caído sin darme cuenta. Le dí las gracias y se quedó, de nuevo, andando y exhausto por el esfuerzo. Ese es el espíritu de este deporte que me ha enganchado.

O la del ciclista de un equipo de relevos que circulaba todo el rato por la izquierda de nuestro carril. Vi a varios corredores que le pasaban por la derecha quejándose y él seguía erre que erre por su izquierda. Al pasarlo vi que tenía unos 50 años y que parecía guiri. Debía ser eso, que en su país circulan por ese lado. Sonriendome pensé que era eso o que era un taxista de Ibiza que en las autovías desconocen lo que es el carril derecho..

La del ciclista comiendo un pedazo de bocata entre sus manos mientras pedaleaba sin sujetar el manillar en, al menos, el kilómetro que tardé en pasarlo y ver lo que estaba haciendo. Se me hizo la boca agua. ¡Qué pinta tenía aquello!!!!.

No sé si el año que viene, pero volveré a Calella a disfrutar esta prueba. Ha supuesto mi estreno en la distancia (el Home de Ferro “sólo” eran 4 km. Natación, 120 de bici y 30 de carrera). Y me ha gustado. No soy rápido, ni lo pretendo, pero soy resistente.

Ahora ya pensando en la próxima. Y es que es un vicio.