lunes, 3 de marzo de 2014

FART 2014, DE VUELTA “LITERAL” POR EL PARAÍSO.


Este es nuestro paraíso. A los amigos que se lo contamos se extrañan. Una familia ibicenca veraneando en Formentera parece algo así como si un madrileño fuera de vacaciones a Barcelona. Pero no es lo mismo, no. Todos los veranos empaquetamos la familia en el coche y cruzamos a la pitiusa menor entre una semana y diez días. Desconectamos completamente y el viaje es corto, lo que las pequeñas agradecen. Una vez llegamos allí, hacemos lo que queremos, en una isla próxima pero muy distinta a Ibiza. Menos masificada, más natural. Cambiamos ingleses por italianos.
Que nadie me malinterprete, adoro Ibiza, llevo aquí casi veintitrés años y no concibo vivir en otro lado. Pero en verano me satura y necesito desconectar. Y lo consigo a media hora en barco, “genial”.

Después del sufrimiento de la half FART del año pasado, a la que llegué sin casi entrenos por una semana de enfermedad, y muy cansado por un viaje de trabajo relámpago a Madrid los dos días anteriores; deseaba reencontrarme con el perímetro formenterés en una especie de “vendetta”. Mi mujer no lo entendía. Incluso yo no lo podía explicar bien. Si la del año pasado fue la prueba que me resultó más dura que las que he hecho, más que un triatlón como el de Calella distancia Ironman, lo lógico si quería desquitarme era repetir la experiencia más entrenado. Pero añadirle 32 km más por un terreno intransitable era algo de locos. Y un punto de locura debo tener. No soy buen corredor, en montaña no me muevo nada bien ya que soy, lo reconozco, muy basto y bajando parezco chiquito de la calzada. Quizás por eso me supone mayor reto. Y quizás por eso me gusta.
Pero esta vez si había podido entrenar bien, con dos tiradas de más de 40 kilómetros y una decena por encima de 20. Estaba fuerte y confiado en poder terminar el reto salvo lesión.
Así que empaquetamos a las niñas con sus abuelos e hicimos una escapada de novios a Formentera. El viaje malísimo, con medio barco vomitando y el otro medio aguantando. Menos yo, que tengo un chip erróneo y no me mareo. Llegamos y mi mujer alquiló un coche para poder seguirme en todos los puntos de control. Lo suyo si que es meritorio y lo agradezco. Incluso me sorprendió esperándome entre controles en sitios de paso. De algo nos tenía que servir veranear en Formentera, que nos permite conocer muchos lugares.
Luego al apartamento, en la misma Sabina. Genial y confortable. Todo sobre ruedas salvo las previsiones para el día siguiente. Mucho viento y algo de lluvia. Bueno, no hay que nadar ni ir en bici. Para correr no me molesta tanto…
Un par de pizzas para llevar y al sobre. Duermo genial y al levantarme me encuentro con ganas. Nada que ver con el año pasado, que no me apetecía. Esta vez estaba fuerte y confiado aunque algo “cagaillo” porque no sabía cómo reaccionaría mi cuerpo pasadas las cinco horas de carrera. Si en el último entreno largo de 44 km llegué muerto…
Valor y al toro. Ducha (limpio que es uno aunque el olor previo a la competición diga que no es lo habitual) y vamos a la salida. Llegamos de los primeros y aprovechamos para que mi mujer desayune bien, que también le espera un día largo.

Así que vamos a la línea de salida. Miro alrededor y me siento como un percherón entre purasangres. Pero no importa, no he venido a competir contra ellos sino contra mí mismo.


Cuenta atrás y al lío. Salimos lentos, muy lentos salvo los diez primeros que se marchan como alma que lleva el diablo. Controlo pulsaciones que es mi forma de ver cómo voy. La idea es correr dónde se pueda a un ritmo cómodo que para mí se sitúa en torno a las 150 pulsaciones. Y no quiero pasar de 155 salvo subidas.
Controlando y sin darme cuenta llegamos al desvío de Can Marroig en el que nos equivocamos y giramos hacia la derecha por la costa. Vueltas por la zona cercana a Punta Pedrera sin ver una cinta hasta que las localizamos. Muchos metros de más por terreno difícil cuando en el recorrido bueno hubiéramos ido por caminos. Pero no importa, de nuevo en la senda buena y al lío.
Estabilizamos el ritmo y las posiciones. Al paso por Cala Saona voy según las previsiones. Como siempre le hice un croquis a mi mujer de los puntos y tiempos de paso estimados. Tengo suerte de conocerme bien y soy un trotón. Así le facilito las cosas. Paso el 34 de 94 inscritos pero creo que de unos 85 que tomamos la salida. Me extraña ir tan bien posicionado, no es normal, pero estoy tranquilo porque sé que voy a un ritmo de pulsaciones que puedo aguantar. Al menos durante cinco horas. Luego… el abismo.


A partir de Cala Saona el terreno es “incorrible”. Piedras sueltas, cortantes que nos hacen realizar un esfuerzo extra para estabilizar los tobillos y la pisada. Tres torrentes que hay que bajar de culo y subir casi escalando, dos de ellos con cuerda. Y más piedras. Voy despacio temiendo por mis tobillos que deben ser de roca porque si no cedieron ante los múltiples amagos de torsión que sufrieron…
Por fin llegamos al avituallamiento de la torre del faro Es Cap, kilómetro 20. Puesto 33, ya rodeado de los que serían mis compañeros de fatigas. O eso pensaba yo.



Tomo aminoácidos y como lo que puedo y de nuevo en ruta.
Sigo genial y reservando, contento porque el terreno mejora, un poco, y me dejo llevar.
De pronto, en una zona de bajada estrecha entre matorrales mi pié izquierdo choca con una raíz o un tronco que sale del suelo y que está cortado. Y al suelo. Un buen talegazo que me deja un momento grogui. Me hago aún en el suelo un autochecking como habitualmente (acostumbrado a caídas por mi “facilidad” en montaña…). Empeine jodido y dolorido aunque no parece más que el golpe. Rodilla izquierda magullada y algo hinchada, palma de la mano derecha amoratada. 


Nada que no se pueda remediar con ibuprofeno y radiosalil. Pero lo que más me asusta es un chasquido que he sentido en el aductor interno de la pierna derecha. No parece grave pero duele, mucho, aunque me permite ponerme en pié y andar hasta un sitio apartado de la trayectoria porque pasan varios corredores. Ibuprofeno al canto y radiosalil en empeine y aductor. Procuro correr pero por unos metros sólo consigo andar. Decido que eso haré hasta llegar a un terreno más fácil. Siguen pasando corredores interesándose por mi estado. Aprovecho y como una barrita que me sabe a gloria después de dos horas a base de geles. Es el km 22. Me quedan unos 50 y como esto no mejore…
En un terreno un poco mejor vuelvo a correr y me pega el subidón!. Parece que el ibuprofeno y la crema han dado resultado y voy cómodo. Incluso a buen ritmo descansado por el parón.
Bajamos por fin a la costa y a andar por arena en la que hundes los piés dado el acúmulo de algas que debe haber por debajo. Sigo cómodo y disfrutando. Y contentísimo porque la caída parece no haber tenido consecuencias graves. Por ahora molestias que no impiden correr.
Corriendo por la pasarela veo un lugar en que me espera mi mujer. Besos y aprovecho para comentarle lo de la caída y sobre todo para quitarme arena de las zapatillas que ya estaba empezando a molestar. Me comenta que voy el 44. Me han pasado 11 entonces. Bueno no se trata de puesto, se trata de llegar.



Pero justo en una zona que nos gusta de la playa de Mitjorn, donde el restaurante Flipper, y en una subida tropiezo con una piedra y al reaccionar me pega una sacudida el aductor que me deja parado. Estiro para recuperar y continúo. De aquí en adelante, ante movimientos laterales improvisados me volvería a pegar. Pero es algo que veo que con reposo y estiramientos se alivia. No es un tirón, ni un calambre. Es un dolor seco que se alivia al rato. Parón, aguantar el dolor mientras se disipa y vuelta a la carga que el último barco sale a las 20:00 hacia Ibiza y he de llegar antes de esa hora. Tengo de límite 12 horas para acabar este desafío. Pero confío en hacerlo en once.
Paso por el avituallamiento de Caló des Mort, kilómetro 32 en el puesto 42. Allí empezó mi sufrimiento el año pasado. Desde aquí  ya me conozco el terreno. Allí está otra vez mi señora. Llego sobre el horario previsto pero rozándolo. Me ponen réflex en el aductor, repongo los líquidos de la mochila y de nuevo al trote.



Subida hacia la mola que se me hace durísima y tras algún despiste en el recorrido por fin diviso el faro de la mola, el faro de mis niñas. Les encanta. 
Allí otro avituallamiento completísimo. Kilómetro 40 y puesto 41. Una casi maratón de montaña y bastante entero, algo más de cinco horas de lucha. Aprovecho para cambiarme las zapatillas, los calcetines y la camiseta y quitarme uno de los dos pantalones que llevaba. Sensación de confort de nuevo con todo limpio. Me pillo comida para el inicio del camino, que ya he gastado mucho tiempo, y voy andando hasta que me lo acabo y comienzo a correr de nuevo.





Al rato ya me junto con otro corredor con el que he ido haciendo la goma desde el principio. Es buena una alianza en este tramo porque es muy difícil seguir las cintas y cuatro ojos ven más que dos. Conversando mientras intentamos seguir las cintas se pasa el tiempo más rápido. Llegamos al cortado que hay que bajar con muchísimo cuidado, no tener vértigo y luego escalar, literalmente. Es más un “raid” que un trail. Increíbles vistas pero muy peligroso, quizás demasiado para los que llevamos ya  cuarenta y pico kilómetros de carrera y a los que las piernas no nos responden igual que al principio.
Logramos pasarlo con mucha calma y de nuevo a intentar orientarse en la zona más difícil de todo el recorrido. Nos perdemos varias veces y tenemos que volver por nuestros pasos entre risas y sarcasmos.
Al llegar al inicio de la vía romana que desciende hacia Es Caló me sorprende de nuevo mi mujer. Pero no paramos, saludo y nos vemos en poco en el avituallamiento.


Bajando la vía romana me pega de nuevo el chasquido en el aductor. Mi compañero de fatigas se marcha pero sé que lo volveré a ver porque nos hemos ido haciendo la goma cuando no estamos juntos. Él tiene una rodilla fastidiada y yo el aductor. Cuando no me pega a mí le pega a él así que “hoy por ti y mañana por mí”. Sé que mi costilla está contenta porque vaya con alguien, le da seguridad por si ocurre algo. Y a mí también, además de que te hace mucho más llevadero el esfuerzo. Mi compañero se llama José y vamos juntos, sin conocernos, desde el principio.
Llegamos juntos al avituallamiento de es Caló y allí le espera su hija. Fotos, comentarios y de nuevo al lío. Llevamos cincuenta kilómetros y vamos bien, salvo por nuestros “problemas” pero muy enteros muscularmente.


“Sólo” queda algo más de una media maratón por piedras y arena. Vamos muy bien según horario así que de nuevo al lío. Ahora me pega a mí, luego a él, no nos esperamos pero aflojamos hasta que nos vuelve a pillar el otro.
Llegamos al avituallamiento de Punta Prima y allí mi mujer me pone una grabación de mis chicas animando. Congojos y repostando.

Mi costilla, esperando en cada punto de control, helada por el frío y el viento.




Un voluntario de Protección Civil nos comenta que hemos tenido “suerte” por el viento, así no pasamos calor. Flipamos los dos y nos cachondeamos continuamente de nuestra “suerte” mientras luchamos con ráfagas endiabladas de viento, sobre todo en Illetes que no teníamos donde resguardarnos. Al pisar la arena de las interminables playas ya andamos casi todo el rato. Nos era imposible correr y empezamos a tener problemas musculares. Al viento se le añadió una fina pero molesta lluvia que nos acompañó de forma intermitente las tres últimas horas de nuestra odisea.
Llegamos por fin al camino que nos llevaba a La Sabina. Teníamos ya problemas musculares y amagos de rampas, así que decidimos andar fuerte hasta enfilar hacia la meta para entrar corriendo. Nos hubiera gustado entrar juntos, pero José iba a recoger a su hija y a entrar con ella, así que nos despedimos y nos dimos la enhorabuena. Enfilé la meta contento y bastante entero llegando en 10 horas y 21 minutos. Mucho mejor que mi más optimista previsión. Allí me esperaba mi costilla que se emocionó más que yo.


Asistimos a la entrega de premios, disfrutamos del ambiente y de vuelta a casa, que nos esperaban nuestras hijas y ya había ganas de estrujarlas.
Una gozada de competición que repetiré, seguro. Me gusta Formentera y me está empezando a gustar correr. Lo de siempre, no soy rápido, no soy bueno en montaña, pero sí soy resistente y me defiendo bien en la larga distancia.
Al final puesto 41 de 75 finishers. 94 inscritos y 85 que iniciamos la carrera. Muy contento, en la mitad de la tabla, algo increíble para mí. Para alguien que no sabe correr y menos en montaña estar en la zona media en una “ultra trail” es algo genial y que sube la moral.
Ahora a volver a nadar y a darle más cera a la bici, que lo tengo algo abandonado durante este último mes.
En resumen, estoy en una nube por mi rendimiento y tengo la retina repleta de imágenes preciosas de Formentera. Cargado de optimismo de cara a mis objetivos de este año. La carrera es mi punto débil en esto del triatlón que tanto me ha enganchado. Pero a fuerza de entrenar estoy consiguiendo llevarlo lo mejor posible. Eso si, siempre que no haya que ir muy rápido o siempre que no haya que ir por montaña…

Me gusta este mundillo, disfruto entrenando, disfruto las competiciones, disfruto de esta nueva, para mí, forma de vida. Como diría el gran Rosendo “… son maneras de vivir”.