jueves, 23 de junio de 2016

FART 2016. CONTRA VIENTO Y MAREA.


Pues si. Si se puede!.


Si, se puede preparar una ultra trail entrenando casi dos meses exclusivamente en elíptica. Que nadie se lleve a engaño, la elíptica puede ser muy dura y servirte para entrenamientos muy intensos y exigentes, se puede utilizar de muchas formas. Una de ellas es prescindiendo de las barras de los brazos y ejercitando únicamente el tren inferior. Se simula bastante bien el movimiento de carrera y se puede ir jugando con la resistencia. Casi un mes antes de la FART probé a correr en cinta y ví que era posible y que el dolor punzante de cadera no aparecía. Eso unido a que soy autodidacta en casi todo y que he realizado un cursillo acelerado viendo videos online de colocación de cinta kinesiológica. Mano de Santo oiga!.

Con mi cinta protegiendo la zona me pude aventurar a correr por pistas fáciles y con pendientes suaves. El dolor no aparecía y, si lo hacía, era fácilmente soportable. Pude así realizar buenos entrenos antes de la carrera, incluso el entrenamiento de confianza que suelo hacer pero que no fue más allá de 20 kilómetros suaves y fáciles. Suficientes para comprobar que el fondo seguía ahí. A pesar de todo.

Con este bagage emprendo el viaje con la familia a Formentera bastante tranquilo y confiado. No estoy en mi mejor momento pero he acabado la prueba en peores condiciones otros años. Un poco subido de peso por la falta de entrenamientos pero es algo asumible. Para mí esta competición es fetiche y disfruto de cada momento en esa joya mediterránea. Del pre, del durante y del post carrera.

La previsión no es nada buena. Vientos muy fuertes con rachas de más de 70 km/h y previsión de lluvia. Pero no tengo que nadar ni pedalear así que es asumible.

Es mi cuarta vez en esta quinta edición. No hay nervios (poco nervioso soy ya de por si...) y sí muchas ganas de empezar la batalla. En la recogida de dorsales toca reencuentro con muchos otros locos habituales de esta prueba y con amigos que la afrontan por primera vez. Me gusta este mundillo. Realmente participo (que no compito) en este tipo de carreras de trail, a pesar de mi deambular patoso en estos terrenos, como preparación base para la temporada de triatlones, sobre todo para los de larga distancia. Me sirve no tanto como base física, que también, sino como base psicológica. Es bueno entrenar la mente para afrontar pruebas de larga duración. Ya sabemos que hay momentos de todo. Buenos, malos y peores. Y hay que estar preparado mentalmente para afrontar esas dificultades. Esos momentos en que no vas y en los que sufres más que disfrutas es fácil mandarlo todo al carajo y abandonar. Lo difícil es mantener la mente fría enfocada en el objetivo. Imagino que cada uno tiene sus trucos en esos momentos. Yo, simplemente, desconecto y pongo lo que yo llamo el modo ahorro, piloto automático. Por experiencia se que se sale de esos baches, aunque cueste, es cuestión de tiempo.

Este año se han eliminado tramos más técnicos por impedimentos en cuestión de permisos. Se utilizan más pistas y no se bordea tanto la isla en la zona de Cap de Barbería y en la de La Mola. Al final son cuatro kilómetros de más (unos 76 marca el road map) pero seguramente más rápidos.

En la mañana del día de la prueba, además, nos enteramos que suprimen el bucle de la zona de Illetas porque, debido al mar estado del mar y al viento, la zona era impracticable. Así que, finalmente, eran unos 70 kilómetros (a mí me salieron casi 71 por los 72,5 de otras ediciones) por lo que mejorar la mejor marca anterior era posible.

Y así nos plantamos en la salida. Toda la familia. Madrugón que les pegué a mi mujer y a las niñas y también les esperaba un día largo por delante. El tiempo era bastante cambiante, nubes y claros. Lo que no cambiaba era el viento. Constante de suroeste de 35km/h con rachas endiabladas. 11 grados en el momento de la salida. Un día de perros, vamos. Al menos no pasaríamos calor. Me enfundé en el chubasquero que no me quitaría (si me abriría) en toda la prueba.




La salida como siempre, muchos corredores que salen a ritmo de media maratón y otros cuantos que caminamos rápido. Hay mucho tiempo y mucha distancia. La alegría del comienzo pronto se enfrentaría a la climatología adversa. Nada más salir del núcleo urbano de la Savina nos enfrentamos al terrible viento de cara. Viento acompañado de agua en suspensión de S´Estany des Peix. Nada fácil correr en esas circunstancias. A medida que nos arrimábamos a la costa de Punta Pedrera hacia Cala Saona la lluvia lateral de agua marina era más evidente. Grandes olas rompían contra las rocas y nos regalaban chapuzones literales sin necesidad de bañarnos en el mar. El espectáculo era precioso enfilando la costa mientras observábamos la bruma de agua marina y pequeños remolinos. Ahora el viento era lateral y hacía que se te cruzasen las piernas con el consiguiente peligro de tropiezo y caída. Había que tener cuidado.

Poco a poco llegamos a Cala Saona. Allí estaba mi familia esperando, mi mujer haciendo fotos y animando y mis niñas en el coche resguardadas. Voy bien y así se lo hago saber a mi señora que sé que se preocupa porque sabe que no llego muy fino de entrenos y porque puede comprobar el día perruno en el que tenemos que afrontar una carrera ya complicada de por si. Pero extrañamente voy bien y el dolor de cadera no ha aparecido. Estoy contento como un niño cuando paso Cala Saona, recordando que allí, el año pasado, me quería morir y que, fruto del gripazo del que me estaba recuperando, me puse a toser como un loco y paré un momento mientras casi echo hasta la primera papilla. Pero hoy no, hoy estoy bien, por ahora...

Camino a Cap de Barvería nos desviamos del recorrido de otros años nada más pasar el vertedero (ya nos podíamso haber desviado antes, pensé) y sallimos a pistas fáciles y luego a la carretera que lleva al faro, la misma que la de la película Lucía y el Sexo. La imágen es preciosa mientras te acercas. Y más si ves que allí está de nuevo tu costilla móvil en mano para inmortalizar el momento. Y las nenas?. En el coche, está el día como para salir fuera.





Voy muy por debajo del horario previsto. Esto se debe, sobre todo, a que no hemos pasado por la zona complicada y a que hay, hasta este momento, algún kilometrillo de menos.

Contento corro acompañado del hijo de un buen amigo. No lo sabría hasta ver la clasificación. Es un chaval joven que tira muy bien y me extraña ir así acompañado. Espero no estar quemando las naves demasiado pronto.

Llegamos al avituallamiento y allí me lo tomo, como siempre, con calma. Parece que me tenga que comer todo lo que he pagado. Llevo mi propio plan de alimentación en carrera. Llevo el suficiente tiempo en esto como para saber lo que me sienta bien y lo que no. Así que dos plátanos pal cuerpo y otro pa la mochila. Frutos secos y medio sandwich que llevo de crema de cacahuete con miel. Hago yo mismo la mezcla y es una bomba y, joer, está de muerte.

Cuando salgo del avituallamiento mi compañero en los últimos cinco kilómetros hace ya mucho que salió. Se que la zona del mal pas que vamos a cruzar hasta que lleguemos a la playa de los arenales de Mitjorn es, con mucho, la más complicada y me lo tomo con calma. Aquí parece que pega menos el viento y se puede correr.

Voy a buen ritmo pero cuando bajamos a la zona de costa marcada como recorrido vemos que está invadida por el mar. Toca subirse a las formaciones de arena compactada que, aún así, golpea el mar dándonos buenos sustos y encharcando completamente nuestro calzado. Bueno, en la Mola me esperan calcetines y zapatillas secos (ay iluso de mi, ay infelice...).

En esta zona voy muy lento, soy torpe y todo es roca suelta y descarnada con constantes torrentes que salvar y casi escalar. Me pasan varios corredores con mucha mejor técnica. Auténticos corredores de trail, yo no dejo de ser un especímen raro en estas lides.

Poco a poco llegamos, por fin, a la playa de Mitjorn y encaramos las constantes zonas de arena, dunas, pasarelas de madera y pistas con piedras sueltas. Este año la zona es completamente distinta. Ahora es complicado correr porque está desprotegida y pega mucho el viento. Un viento acompañado de arena que duele. Me protejo la cara con la braga que llevaba al cuello pero las piernas reciben miles de pequeños aguijonazos. Aún así aquí me encuentro como pez en el agua y recupero posiciones, entre ellas la del joven hijo de mi amigo Andoni, que marcha tocado. Estoy muy entero pero, al pasar a dos corredores una ráfaga de viento me cruza las piernas y me voy al suelo. Golpe en la rodilla izquierda y, sobre todo, en la mano izquierda. Tengo la palma con un importante destrozo por las piedras cortantes en las que me he apoyado. Duele y sangra. Lástima de los guantes de ciclismo que suelo llevar y que me han salvado de más de un estropicio como el que llevo. Esta vez no me he acordado de incluirlos. Pero sigo, queda poco para el avituallamiento del km 32 en Calo des Mort.

Una vez llego allí veo a mi mujer y a mis niñas en el restaurante cuya terraza sirve de avituallamiento improvisado por las inclemencias. Como lo que puedo y me limpian con agua las heridas. Veo que no es nada serio y marcho.



Encaro las cuestas que nos llevan a La Mola bastante entero pero ya con molestias musculares. Ya ha estado lloviznando a ratos, pero ahora nos cae una buena granizada que nos hace refugiarnos en los árboles hasta que para y se trona en una lluvia asumible.

Poco a poco llego al avituallamiento de La Mola, km 40. Soñando con mi ropa seca, calcetines y zapatillas incluídos y con ver de nuevo a mis chicas. Pero ni lo uno ni lo otro.

Nada más llegar busco a mis chicas y no las encuentro. Bueno, mientras busco mi bolsa y me cambio. Se por otras ediciones que supone un alivio considerable aunque invierta en ello más de quince minutos. Pero no la encuentro. Vueltas y más vueltas al montón de bolsas acumuladas pero no veo nada. Pregunto a los voluntarios del avituallamiento y no saben nada, tiene que estar ahí. Leches, sí, tiene que estar, pero no está!. Vuelvo a buscar. Mientras llegan y se van corredores. Al final vuelvo a contactar con uno de la organización y me dice que buscarán en la furgoneta y me dice cosas. Me siento y como, saco el móvil y le pregunto a mi mujer si van a venir. Lo cierto es que me he adelantado mucho al horario previsto y ellas están comiendo. Quedamos en que ya nos veremos en Es Caló, dentro de unos 10 kilómetros. El de la organizacion, al cabo de un buen rato (eterno para mi) me dice que no la encuentran y me dispongo a irme. Pero le llaman y parece que me traen mi bolsa. Decido esperar porque llevo mis geles de repuesto, mi sandwich de crema de cacahuete con miel, y, lo más importante, mi ropa, que tengo los pies encharcados desde hace demasiado tiempo. Vuelvo a sentarme mientras llegan y se marchan muchos, demasiados corredores. Estoy muy cabreado. Y más cuando me confirma que tardarán en traerla. No quiero esperar más, ya llevo más de veinte minutos allí, tengo frío. Así que quedo con él en que me la entreguen en Es Calo y me lo promete (al final cumpliría y me la acercaría el mismo disculpándose por el error). Me parcho por fin del avituallamiento congiendo geles de la organización y un bocata para el camino. Me he quedado muy frio y me cuesta entrar en calor y coger ritmo así que voy andando un buen rato.

Sigue pegando mucho viento y en la costa de la Mola me pega una ventolera que me arranca la visera que llevo y la manda bien lejos, tras un muro. No es cuestión de tiempo así que paro y vuelvo sobre mis pasos para recogerla, le tengo cariño y no voy a dejarla allí, es una gorra del Challenge Barcelona que supuso mi inicio en la distancia Ironman.

Poco después, en una zona muy pedregosa, tropiezo y vuelvo a caer, apoyando con la misma mano izquierda y empeorando la herida.

Encuentro a mi familia en un sitio de paso que conocemos al inicio de la via romana. Es un alivio y me da fuerzas porque mi segunda caída había hecho empeorar el mal humor que empezó con la pérdida de mi bolsa. Besos y nos vemos en Es Caló poco después. En esa bajada por la via romana vuelvo a caer y a apoyar con la misma mano. Ya no me quejo, me río. Que más me queda. Sangra esta vez abundantemente y tengo que ir sujetando con la mano cerrada para cortar la hemorragia. Por fin llego al avituallamiento de Es Caló. Mi familia también está allí. Y hay una ambulancia. Mi mujer me reconoce la mano (suerte que es enfermera) y me manda si o si a la ambulancia. Pero parece que les pillo a los sanitarios en la hora del bocata. Van muy lentos y no tienen muy claro qué hacer con mi mano y con mi rodilla. Tras varios minutos que me parecieron horas mi mujer toma la iniciativa y les aparta (educadamente como sólo ella sabe hacer) para curarme y vendarme la mano. Sé que estoy en las mejores manos y me dejo hacer, pero me cabrea ver que llegan dos corredores, uno de ellos un conocido de la isla que no pensaba fuese detrás de mi, se avituallan y se marchan. Mucho tiempo estoy perdiendo, pero me queda la mano perfectamente protegida y saneada (menudo destrozo me hice, para las próximas si o si guantes).

La alegría del día me la da el de la organización al que volví loco en La Mola (y no sería la última que me daba...) allí estaba con mi bolsa. Pero ya no quería cambiarme, había vuelto a lucir el sol y parecía que mis pies estaban secos y en buenas condiciones. Cogí mi bidón con geles, mis aminoácidos y mis sales y vuelta al lío, que sólo quedan 20 kilómetros (alguno menos por la zona que se recortó).

Me conozco bien es carnatge y sé que le puedo arañar tiempo si ocnsigo un buen ritmo trotón. Y así es, recupero varias posiciones pero al señor Yeste ni verlo ya. Para una vez que iba por delante...

Avituallamiento de Punta Prima. Ya bastante cansado pero queda poco y fácil. Me avituallo de comida y de ánimos de mi familia y de varios conocidos que están en la zona y otra vez al lío.

Voy todo lo bien que se puede ir a estas alturas. Sigue pegando mucho viento y en las zonas de arena de Es Pujols hasta el cruce de illetas duele. Pero sigo pasando algunos corredores que van vacíos.

Cuando enfilo por fin las pistas que me llevan a la meta disfruto el momento y veo que voy fenomenal de tiempo, a este paso llegaré antes de llevar nueve horas y media de carrera. Mi mejor tiempo es de 10 horas y 21 minutos así que, a pesar de los cambios en el trazado considero que voy fenomenal. Eso anima y sigo corriendo hasta el final entrando en meta con mis niñas en 9 horas y 24 minutos.

El voluntario de la organización que me llevó la bolsa, y al que volví loco en La Mola, está al mando del grifo de cerveza que hay nada más llegar. Le doy las gracias y me coloca delante dos cañitas largas bien servidas que me aprieto en menos de un minuto. Con la tercera ya en la mano empiezo a charlar con otros competidores y me hago la foto con los compañeros del club que hemos participado en las tres modalidades.

Varias cervezas después regresamos al apartamento con la sensación de un trabajo bien hecho. Muy contento con mi rendimiento pero preocupado por mi torpeza y por la evolución de esta mano que ahora está negra e hinchada. El año que viene más y espero que el tiempo no nos lo ponga tan complicado.

¿Y el dolor de cadera?. Nunca más se supo...