Este es
nuestro paraíso. A los amigos que se lo contamos se extrañan. Una familia
ibicenca veraneando en Formentera parece algo así como si un madrileño fuera de
vacaciones a Barcelona. Pero no es lo mismo, no. Todos los veranos empaquetamos
la familia en el coche y cruzamos a la pitiusa menor entre una semana y diez
días. Desconectamos completamente y el viaje es corto, lo que las pequeñas
agradecen. Una vez llegamos allí, hacemos lo que queremos, en una isla próxima
pero muy distinta a Ibiza. Menos masificada, más natural. Cambiamos ingleses
por italianos.
Que
nadie me malinterprete, adoro Ibiza, llevo aquí casi veintitrés años y no
concibo vivir en otro lado. Pero en verano me satura y necesito desconectar. Y
lo consigo a media hora en barco, “genial”.
Después
del sufrimiento de la half FART del año pasado, a la que llegué sin casi
entrenos por una semana de enfermedad, y muy cansado por un viaje de trabajo
relámpago a Madrid los dos días anteriores; deseaba reencontrarme con el
perímetro formenterés en una especie de “vendetta”. Mi mujer no lo entendía.
Incluso yo no lo podía explicar bien. Si la del año pasado fue la prueba que me
resultó más dura que las que he hecho, más que un triatlón como el de Calella
distancia Ironman, lo lógico si quería desquitarme era repetir la experiencia
más entrenado. Pero añadirle 32 km más por un terreno intransitable era algo de
locos. Y un punto de locura debo tener. No soy buen corredor, en montaña no me
muevo nada bien ya que soy, lo reconozco, muy basto y bajando parezco chiquito
de la calzada. Quizás por eso me supone mayor reto. Y quizás por eso me gusta.
Pero
esta vez si había podido entrenar bien, con dos tiradas de más de 40 kilómetros
y una decena por encima de 20. Estaba fuerte y confiado en poder terminar el
reto salvo lesión.
Así que
empaquetamos a las niñas con sus abuelos e hicimos una escapada de novios a
Formentera. El viaje malísimo, con medio barco vomitando y el otro medio
aguantando. Menos yo, que tengo un chip erróneo y no me mareo. Llegamos y mi
mujer alquiló un coche para poder seguirme en todos los puntos de control. Lo
suyo si que es meritorio y lo agradezco. Incluso me sorprendió esperándome
entre controles en sitios de paso. De algo nos tenía que servir veranear en
Formentera, que nos permite conocer muchos lugares.
Luego
al apartamento, en la misma Sabina. Genial y confortable. Todo sobre ruedas
salvo las previsiones para el día siguiente. Mucho viento y algo de lluvia.
Bueno, no hay que nadar ni ir en bici. Para correr no me molesta tanto…
Un par
de pizzas para llevar y al sobre. Duermo genial y al levantarme me encuentro
con ganas. Nada que ver con el año pasado, que no me apetecía. Esta vez estaba
fuerte y confiado aunque algo “cagaillo” porque no sabía cómo reaccionaría mi
cuerpo pasadas las cinco horas de carrera. Si en el último entreno largo de 44
km llegué muerto…
Valor y
al toro. Ducha (limpio que es uno aunque el olor previo a la competición diga
que no es lo habitual) y vamos a la salida. Llegamos de los primeros y
aprovechamos para que mi mujer desayune bien, que también le espera un día
largo.
Así que
vamos a la línea de salida. Miro alrededor y me siento como un percherón entre
purasangres. Pero no importa, no he venido a competir contra ellos sino contra
mí mismo.
Cuenta atrás y al lío. Salimos lentos, muy lentos salvo los diez
primeros que se marchan como alma que lleva el diablo. Controlo pulsaciones que
es mi forma de ver cómo voy. La idea es correr dónde se pueda a un ritmo cómodo
que para mí se sitúa en torno a las 150 pulsaciones. Y no quiero pasar de 155
salvo subidas.
Controlando
y sin darme cuenta llegamos al desvío de Can Marroig en el que nos equivocamos
y giramos hacia la derecha por la costa. Vueltas por la zona cercana a Punta
Pedrera sin ver una cinta hasta que las localizamos. Muchos metros de más por
terreno difícil cuando en el recorrido bueno hubiéramos ido por caminos. Pero
no importa, de nuevo en la senda buena y al lío.
Estabilizamos
el ritmo y las posiciones. Al paso por Cala Saona voy según las previsiones.
Como siempre le hice un croquis a mi mujer de los puntos y tiempos de paso
estimados. Tengo suerte de conocerme bien y soy un trotón. Así le facilito las
cosas. Paso el 34 de 94 inscritos pero creo que de unos 85 que tomamos la
salida. Me extraña ir tan bien posicionado, no es normal, pero estoy tranquilo
porque sé que voy a un ritmo de pulsaciones que puedo aguantar. Al menos
durante cinco horas. Luego… el abismo.
A
partir de Cala Saona el terreno es “incorrible”. Piedras sueltas, cortantes que
nos hacen realizar un esfuerzo extra para estabilizar los tobillos y la pisada.
Tres torrentes que hay que bajar de culo y subir casi escalando, dos de ellos
con cuerda. Y más piedras. Voy despacio temiendo por mis tobillos que deben ser
de roca porque si no cedieron ante los múltiples amagos de torsión que
sufrieron…
Por fin
llegamos al avituallamiento de la torre del faro Es Cap, kilómetro 20. Puesto 33,
ya rodeado de los que serían mis compañeros de fatigas. O eso pensaba yo.
Tomo
aminoácidos y como lo que puedo y de nuevo en ruta.
Sigo
genial y reservando, contento porque el terreno mejora, un poco, y me dejo
llevar.
De
pronto, en una zona de bajada estrecha entre matorrales mi pié izquierdo choca
con una raíz o un tronco que sale del suelo y que está cortado. Y al suelo. Un
buen talegazo que me deja un momento grogui. Me hago aún en el suelo un
autochecking como habitualmente (acostumbrado a caídas por mi “facilidad” en
montaña…). Empeine jodido y dolorido aunque no parece más que el golpe. Rodilla
izquierda magullada y algo hinchada, palma de la mano derecha amoratada.
Nada
que no se pueda remediar con ibuprofeno y radiosalil. Pero lo que más me asusta
es un chasquido que he sentido en el aductor interno de la pierna derecha. No
parece grave pero duele, mucho, aunque me permite ponerme en pié y andar hasta
un sitio apartado de la trayectoria porque pasan varios corredores. Ibuprofeno
al canto y radiosalil en empeine y aductor. Procuro correr pero por unos metros
sólo consigo andar. Decido que eso haré hasta llegar a un terreno más fácil.
Siguen pasando corredores interesándose por mi estado. Aprovecho y como una
barrita que me sabe a gloria después de dos horas a base de geles. Es el km 22.
Me quedan unos 50 y como esto no mejore…
En un
terreno un poco mejor vuelvo a correr y me pega el subidón!. Parece que el
ibuprofeno y la crema han dado resultado y voy cómodo. Incluso a buen ritmo
descansado por el parón.
Bajamos
por fin a la costa y a andar por arena en la que hundes los piés dado el
acúmulo de algas que debe haber por debajo. Sigo cómodo y disfrutando. Y
contentísimo porque la caída parece no haber tenido consecuencias graves. Por
ahora molestias que no impiden correr.
Corriendo
por la pasarela veo un lugar en que me espera mi mujer. Besos y aprovecho para
comentarle lo de la caída y sobre todo para quitarme arena de las zapatillas que
ya estaba empezando a molestar. Me comenta que voy el 44. Me han pasado 11
entonces. Bueno no se trata de puesto, se trata de llegar.
Pero
justo en una zona que nos gusta de la playa de Mitjorn, donde el restaurante
Flipper, y en una subida tropiezo con una piedra y al reaccionar me pega una
sacudida el aductor que me deja parado. Estiro para recuperar y continúo. De
aquí en adelante, ante movimientos laterales improvisados me volvería a pegar.
Pero es algo que veo que con reposo y estiramientos se alivia. No es un tirón,
ni un calambre. Es un dolor seco que se alivia al rato. Parón, aguantar el
dolor mientras se disipa y vuelta a la carga que el último barco sale a las
20:00 hacia Ibiza y he de llegar antes de esa hora. Tengo de límite 12 horas
para acabar este desafío. Pero confío en hacerlo en once.
Paso
por el avituallamiento de Caló des Mort, kilómetro 32 en el puesto 42. Allí
empezó mi sufrimiento el año pasado. Desde aquí
ya me conozco el terreno. Allí está otra vez mi señora. Llego sobre el
horario previsto pero rozándolo. Me ponen réflex en el aductor, repongo los
líquidos de la mochila y de nuevo al trote.
Subida hacia la mola que se me hace
durísima y tras algún despiste en el recorrido por fin
diviso el faro de la mola, el faro de mis niñas. Les encanta.
Allí otro
avituallamiento completísimo. Kilómetro 40 y puesto 41. Una casi maratón de
montaña y bastante entero, algo más de cinco horas de lucha. Aprovecho para
cambiarme las zapatillas, los calcetines y la camiseta y quitarme uno de los
dos pantalones que llevaba. Sensación de confort de nuevo con todo limpio. Me
pillo comida para el inicio del camino, que ya he gastado mucho tiempo, y voy andando
hasta que me lo acabo y comienzo a correr de nuevo.
Al rato
ya me junto con otro corredor con el que he ido haciendo la goma desde el
principio. Es buena una alianza en este tramo porque es muy difícil seguir las
cintas y cuatro ojos ven más que dos. Conversando mientras intentamos seguir
las cintas se pasa el tiempo más rápido. Llegamos al cortado que hay que bajar
con muchísimo cuidado, no tener vértigo y luego escalar, literalmente. Es más
un “raid” que un trail. Increíbles vistas pero muy peligroso, quizás demasiado
para los que llevamos ya cuarenta y pico
kilómetros de carrera y a los que las piernas no nos responden igual que al
principio.
Logramos
pasarlo con mucha calma y de nuevo a intentar orientarse en la zona más difícil
de todo el recorrido. Nos perdemos varias veces y tenemos que volver por
nuestros pasos entre risas y sarcasmos.
Al
llegar al inicio de la vía romana que desciende hacia Es Caló me sorprende de
nuevo mi mujer. Pero no paramos, saludo y nos vemos en poco en el
avituallamiento.
Bajando
la vía romana me pega de nuevo el chasquido en el aductor. Mi compañero de
fatigas se marcha pero sé que lo volveré a ver porque nos hemos ido haciendo la
goma cuando no estamos juntos. Él tiene una rodilla fastidiada y yo el aductor.
Cuando no me pega a mí le pega a él así que “hoy por ti y mañana por mí”. Sé
que mi costilla está contenta porque vaya con alguien, le da seguridad por si
ocurre algo. Y a mí también, además de que te hace mucho más llevadero el
esfuerzo. Mi compañero se llama José y vamos juntos, sin conocernos, desde el
principio.
Llegamos
juntos al avituallamiento de es Caló y allí le espera su hija. Fotos,
comentarios y de nuevo al lío. Llevamos cincuenta kilómetros y vamos bien,
salvo por nuestros “problemas” pero muy enteros muscularmente.
“Sólo”
queda algo más de una media maratón por piedras y arena. Vamos muy bien según
horario así que de nuevo al lío. Ahora me pega a mí, luego a él, no nos
esperamos pero aflojamos hasta que nos vuelve a pillar el otro.
Llegamos
al avituallamiento de Punta Prima y allí mi mujer me pone una grabación de mis
chicas animando. Congojos y repostando.
Mi costilla, esperando en cada punto de control, helada por el frío y el viento. |
Un voluntario de Protección Civil nos
comenta que hemos tenido “suerte” por el viento, así no pasamos calor. Flipamos
los dos y nos cachondeamos continuamente de nuestra “suerte” mientras luchamos
con ráfagas endiabladas de viento, sobre todo en Illetes que no teníamos donde
resguardarnos. Al pisar la arena de las interminables playas ya andamos casi todo
el rato. Nos era imposible correr y empezamos a tener problemas musculares. Al
viento se le añadió una fina pero molesta lluvia que nos acompañó de forma
intermitente las tres últimas horas de nuestra odisea.
Llegamos
por fin al camino que nos llevaba a La Sabina. Teníamos ya problemas
musculares y amagos de rampas, así que decidimos andar fuerte hasta enfilar
hacia la meta para entrar corriendo. Nos hubiera gustado entrar juntos, pero
José iba a recoger a su hija y a entrar con ella, así que nos despedimos y nos
dimos la enhorabuena. Enfilé la meta contento y bastante entero llegando en 10
horas y 21 minutos. Mucho mejor que mi más optimista previsión. Allí me
esperaba mi costilla que se emocionó más que yo.
Asistimos
a la entrega de premios, disfrutamos del ambiente y de vuelta a casa, que nos
esperaban nuestras hijas y ya había ganas de estrujarlas.
Una
gozada de competición que repetiré, seguro. Me gusta Formentera y me está
empezando a gustar correr. Lo de siempre, no soy rápido, no soy bueno en
montaña, pero sí soy resistente y me defiendo bien en la larga distancia.
Al
final puesto 41 de 75 finishers. 94 inscritos y 85 que iniciamos la carrera.
Muy contento, en la mitad de la tabla, algo increíble para mí. Para alguien que
no sabe correr y menos en montaña estar en la zona media en una “ultra trail”
es algo genial y que sube la moral.
Ahora a
volver a nadar y a darle más cera a la bici, que lo tengo algo abandonado
durante este último mes.
En
resumen, estoy en una nube por mi rendimiento y tengo la retina repleta de
imágenes preciosas de Formentera. Cargado de optimismo de cara a mis objetivos
de este año. La carrera es mi punto débil en esto del triatlón que tanto me ha
enganchado. Pero a fuerza de entrenar estoy consiguiendo llevarlo lo mejor
posible. Eso si, siempre que no haya que ir muy rápido o siempre que no haya
que ir por montaña…
Me
gusta este mundillo, disfruto entrenando, disfruto las competiciones, disfruto
de esta nueva, para mí, forma de vida. Como diría el gran Rosendo “… son
maneras de vivir”.
Enhorabuena trimindundi !!!
ResponderEliminar