Está visto, en
una carrera y a medida que pasan los kilómetros el cuerpo tira de lo que puede
en orden ascendente. Me explico.
Comenzamos
tirando de piernas mientras éstas funcionan. Cuando dejan de hacerlo bien
tiramos de “gónadas” (cada sexo las suyas). Pero a veces hasta eso falla.
Entonces damos paso al corazón y pensamos en por qué hacemos esto y en nuestros
seres queridos. Pero llega un momento en que todo esto no es suficiente.
Entonces hay que tirar de cabeza. Y el pasado sábado llegué a la última fase.
Pero no al final, no. En el kilómetro 10 de los 72,5 que debía correr.
Este año no
estoy entrenando lo que debiera. Estoy muy vago. Y ya llegaba a las dos últimas
semanas previas a la Fart
con pocos entrenos buenos y bastante “espeso”. Para acabar de rematar la faena
me preparan otra visita de trabajo sorpresa a Madrid en la que invierto tres
días y justo después, al llegar, pillo un catarro de pecho-bronquitis que aún
arrastro. Genial para enfrentarse a una prueba ya dura de por si.
El lunes
previo hago un test tras un fin de semana completamente en blanco. Y llego a
casa decepcionado y cabreado. No me llega el aire a los pulmones, no paro de
toser y estoy muy, muy flojo. El miércoles probaré otra vez y entonces decidiré
si participo en la Fart
o cancelamos la escapada familiar que íbamos a hacer a Formentera.
El miércoles
sigo muy tocado pero consigo hacer 10 km con más pena que gloria, apretando al
final sin asfixiarme del todo. Decisión tomada. Sé que voy a sufrir, mucho, y
que es posible que no pueda acabar la prueba, pero me encanta Formentera. Y
esta carrera es especial.
Pero el mismo
miércoles, y al ir en moto al trabajo, se me parte la cadena, con tan mala
suerte que se queda bloqueando la rueda trasera y casi me hace ir al suelo.
Susto descomunal y golpe o torcedura en el tobillo derecho que se me pone como
una bota. Estoy gafado. Ibuprofeno el resto de la semana, hielo al llegar a
casa y cremas varias a ver si mejora la cosa.
No duele
demasiado al pisar pero al hacer flexión de la punta del pie hacia arriba
notaba la hinchazón y algo de dolor.
Se que entre
una cosa y otra a mi mujer no le hacía mucha gracia que participase en la
carrera. Sabe lo cabezón que soy y creo que a veces teme que no sea consciente
de mis limitaciones, de serie o añadidas. Y que eso pueda derivar en algo
serio. Y la entiendo.
Así que
empaqueto la familia y el viernes nos vamos a la pitiusa menor. Briefing,
recoger la bolsa del corredor, cenar y a la cama, que mañana será un día duro.
A posteriori
se lo dije a mi señora. Estaba acojonado. Porque conozco la carrera y se muy
bien a lo que me voy a enfrentar. Y no estaba yo para muchos trotes. Debe ser
la primera vez que estoy así. Alguna vez no me ha apetecido competir, pero eso
era todo. Normalmente soy un niño con zapatos nuevos antes de una carrera.
Disfruto cada instante. Pero esta vez es distinto.
A las ocho de
la mañana, con puntualidad, se da la salida y ya desde los primeros kilómetros
no voy. Me cuesta respirar, las pulsaciones van a tope a un ritmo de carrera
demasiado flojo, me molesta el tobillo derecho y no paro de toser. Cuando
dejamos los caminos y comenzamos los senderos de Punta Pedrera tengo que parar
porque el último ataque de tos me había dado unas nauseas impresionantes.
Consigo estabilizarme agradeciendo el interés de mis compañeros de fatigas que
me preguntan extrañados. Hoy no es mi día. Se me pasa por la cabeza abandonar
incluso antes de llegar a Cala Saona. Así que pasé directamente a “tirar de
coco”. Hoy no funcionaban ni las patas, ni los huevos ni el corazón. Distraje
mi pensamiento pensando en que ya había hecho varias veces este recorrido
nadando en la tristemente desaparecida travesía “praderas de Posidonia” entre La Savina y Cala Saona. Joer!,
si lo he hecho nadando no voy a hacerlo corriendo?.
Distraído
llego al paso por Cala Saona, kilómetro 9. Con mejor tiempo que el año pasado
lo que no era raro ya que aquella vez nos hicimos unos buenos centenares de
metros más al equivocarnos en un cruce.
Al llegar a la Cala veo a mis chicas
animando. No me lo esperaba. Saco fuerzas de donde no las hay para intentar
sonreir. No me gusta que sufran por mí, ya me encargo de hacerlo yo solito. Mi
señora me pregunta cómo voy y le hago un gesto de “regular”. Mentiroso.
Nada más subir
la rampa del final de la cala, y fruto quizás del aumento de ritmo forzado para
que los míos no me vieran mal, vuelvo a tener otro ataque de tos y nuevamente
amago de vómito. Esta vez echo algo, pero son mocos. Estoy justo en el km 10 y
si esto siguie así…
Me duele la
cabeza y no me encuentro nada bien. Así que ando mientras ingiero una barrita y
me tomo un ibuprofeno que, a la postre, creo que me vino genial.
Vuelvo a
correr un poco por vergüenza, ya que me pasaba hasta el apuntador y muchos me
miraban extrañados al verme andar tan pronto. Poco a poco cojo el ritmo. Poco a
poco dejo de toser tanto. Poco a poco vuelvo a disfrutar recorriendo el
paraíso.
El ritmo es
muy pobre pero me va bien ya que las pulsaciones se han estabilizado en 160
(tenía entrenado no pasar de 155 pero es lo que hay…) y las patas parece que
empiezan a hacer su trabajo. El tobillo no se queja salvo si intento saltar con
él.
A partir de
ahí las piedras, muchas piedras sueltas con apoyos inestables que cargan las
articulaciones. Recupero algún puesto y más en la zona del “intercambiador de
residuos”, un vertedero que es la única zona fea del recorrido. Veo que, pasado
el mismo, aparecen corredores por todas partes. Se habían perdido ya que en la
zona las cintas de señalización brillaban por su ausencia. Yo, y algunos que me
seguían, tuvimos suerte que me conozco el recorrido porque vimos que una gran
grupo que nos precedía se había despistado y había cogido el vertedero por
arriba. Incluso mi mujer me dijo que, tras verme en el paso por el faro des Cap
de Barvería, y al volver con el coche por la carretera hacia San Francesc, se
cruzó con dos corredores extranjeros que corrían por el asfalto dirección al
faro y le preguntaron si era por allí.
Sigo
esquivando piedras mientras recupero un poco las piernas, así que aprieto un
poco hasta el control del faro des Cap. Allí veo a mis chicas y esta vez sí
sonrío con ganas. Voy mejor de lo que esperaba y sobre el tiempo predicho.
Alguna tos esporádica pero no lo del principio. Y el dolor de cabeza se había
esfumado por arte y magia del ibuprofeno bendito. Pulsaciones bien y bien de
piernas para estar en el km 18.
Una parada en
el avituallamiento. Como siempre un 10 para los voluntarios. Y vuelta al lío,
que aún queda mucho.
A partir de
ahí el terreno es complicado, con varios torrentes que hay que descender y
volver a subir. Y uno más de propina por un cambio en el trazado del que nos
advirtieron en el briefing. Llegando a la zona des mal pas, donde veraneé un
año con mi familia, tengo dos amagos de torcedura en el tobillo derecho. Si ya
viene tocado, no es momento de fastidiarlo aún más ahora. Así que a andar en
los terrenos inestables porque el cansancio acumulado puede hacer que me
lesione y no es el momento a tres meses de Lanzarote. Me pasa como una moto
Elías, un conocido de Ibiza. Da envidia ver cómo salta sobre las piedras y se
larga en el horizonte. Al poco me pasa también Parra. Conozco más o menos su
ritmo y veo que va demasiado rápido. Una de dos, o está como un mulo o se está
jugando finalizar la prueba. Se lo advierto pero va fuerte y confiado. Pero la Fart es mucha Fart y
finalmente le pasó factura. Otro año será.
Poco a poco,
con mucho cuidado, llego a la arena de las interminables playas dels Arenals de
Mitjorn. Y vuelvo a correr. El cuerpo ya acusa el cansancio acumulado. Y si a
esto le añadimos que no está muy fino, no es cuestión de castigarlo mucho si
queremos acabar. Ritmo crucero lento, pero corro. Y paso a varios compañeros de
fatigas que ya van andando. Estamos llegando al km 30.
Disfruto en
Mitjorn. Paso varios sitios que he visitado con la familia. Ahora ese
restaurante que hace tan buen arroz, ahora la playa en la que saltaba olas con
mis hijas. Juego con ventaja al veranear aquí.
Llego al
control y avituallamiento de Caló Des Morts. Este año unos 500 metros antes de lo
habitual. Y con peor tiempo que el pasado año. Pero dejaremos para 2016 lo de
acabar por debajo de 10 horas. Esta vez con finalizar me conformo.
Al pasar por
la zona de Caló des morts donde estaba el avituallamiento el pasado año vuelvo
a encontrarme con mis chicas. Ahora ya se les ha unido la abuela materna. Golpe
de energía y mis hijas me acompañan corriendo unos preciosos cien metros sobre
la arena blanca de Mitjorn. Un sueño.
Un sueño que
acaba pronto al enfilar las cuestas que nos llevan a La
Mola. Se me hacen muy duras. Este año hace
mucho calor y empiezo a notarlo. Aprovecho para comerme unas rosquilletas
saladas que me dieron mis chicas y me saben a gloria. Al finalizar la subida
vuelvo a correr y me siento bien. No tengo ningún problema muscular y ya apenas
toso.
Llego al faro
de La Mola en el
tiempo previsto. Allí paso veinte minutos cambiando de calcetines, tomando
sales y aminoácidos, hablando con mis chicas y comiendo algo. Y vuelta al lío,
acompañado de nuevo en los primeros metros por mis hijas que ya me habían dicho
que me estaban fabricando un regalo para cuando acabase. Qué confianza!. Como
para no intentar hacerlo!.
De ahí hasta
Es Caló lo mismo que el año pasado. Corriendo cuando se podía y andando,
saltando y escalando el resto.
No todo era correr, no, el de la mochila roja soy yo, subiendo uno de los torrentes que nos tocó cruzar... |
Pero voy bien, incluso paso algunos corredores
que me siguen después la estela aprovechando mi conocimiento del terreno.
Me encuentro
bien, extrañamente bien. Apenas toso y las pulsaciones ya se han estabilizado
en torno a las 140 pulsaciones. Pero ni un amago de rampa ni ningún problema
muscular. Y sería así hasta el final. El cansancio lógico pero asumible.
Llegando a Es
Caló alcanzo a Joan. Un fenómeno de Ibiza que a sus 51 años se ha cascado un
monton de ultras de un día y por etapas. Le conocía de vista pero no había
hablado nunca con él. Y no sabía de sus logros. Al pasarlo veo que va tocado y
que sufre de rampas. Le ofrezco sales y le paso dos cápsulas de “Anti-Cramp”
que agradece. A la postre acabaría antes que yo, plenamente recuperado.
Hablamos en Es Cartnatge hasta llegar al control de Punta Prima. Me cuenta sus
logros y flipo. Esto hace este paseo más agradable y corto.
En Punta Prima
están mis animadoras con las que hablo un rato, contento ya porque se que
acabaré. Y por debajo de las 11 horas, lo que no está mal del todo para cómo
empecé el día.
Se me va Joan
mientras departo con mi familia. Vistos los datos del Garmin me dejé en los
avituallamientos más de 35 minutos!. Si me lo tomo con calma, si…
Salgo tras él
y a abordar la fina arena de las playas de Llevant e Illetes. Se me hace duro
pero estoy gratamente contento y sorprendido de lo que puede dar de si el
cuerpo. Corro cuando puedo y no me cuesta demasiado. El año pasado anduve todo
el trayecto entre el final de Illetas y La Savina. Por caminos que
invitaban a correr, pero no podía. Este año corrí esos últimos tres kilómetros
y pico. A ritmo machacón. Lento pero estable.
A un kilómetro
de meta volví a andar para llamar a mi mujer. Para decirle que llegaba en cinco
minutos, que me había adelantado mucho al horario previsto y que quería entrar
con ellas.
Estaba
contento. Hoy no hubiera firmado acabar. Y menos tan entero como lo estaba
haciendo tras 72,4
kilómetros de “de todo”. Finalmente 10 horas y 41
minutos. 20 minutos más que el pasado año. En mis condiciones actuales es todo
un logro.
Y es que
Formentera es mágica. Y esta carrera más. Gracias Pere por idearla. Y a
Elitechip (Víctor, Sebas, Mito etc) por organizarla de una forma tan magistral.
Y a los voluntarios por su apoyo y energía.
Medalla de Finisher bien merecida y un corazón tallado en piedra regalo de mis niñas. Lo estuvieron tallando durante toda la carrera!. Dos cervecitas para reponer fuerzas (de nuevo un 10 a la organización) y un buen repaso a los manjares que había en la carpa.
Y el año que
viene más, y espero que mejor. Pero antes volveré a correr partes de su
recorrido durante el mes de julio aprovechando la escapada anual
familiar.
Ahora a volver
a meter horas de bici y de natación. El IM de Lanzarote está a tres meses vista
y he de espabilar si quiero llegar bien y disfrutarlo. Creo que el fondo ya lo
tengo, ahora hay que pulir las diferentes disciplinas de ese mítico Ironman. Al
lío...
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