martes, 23 de octubre de 2012

CRÓNICA TRIATLÓN ICAN 2012. JODIDO PERO CONTENTO.

Jodido pero contento, es la sensación cuando ya han pasado 3 semanas desde mi participación en el ICAN Mallorquín.
Jodido porque no pude estrenarme en la distancia IRONMAN como era mi deseo. Había entrenado mucho y bien para ello y me encontraba fuerte y con ganas. Había acumulado durante el año: 294 km. de natación, 5323 km. de bici y 1390 km. a pie. Amén de las horas de gimnasio. Total, según Garmin Connect (que es un lujazo para planificar y ver los progresos y totales) este año llevaba 422:45:16 h:m:s de entreno.
Los últimos entrenos me habían dado la confianza necesaria para afrontar el reto con ilusión. Incluso me habían respetado las lesiones por primera vez. Pero todo se fue al traste cuando nos  eliminaron la natación porque el mar estaba imposible. Bueno, de eso doy fe porque entré a probarla aún de noche y casi no salgo (y mira que he nadado con mala mar). Se iba al traste mi sector fuerte. Además, según reglamento, hay que hacer un duatlón si se cancela la natación. Un duatlón de larga distancia era algo para lo que no estaba preparado. Mi fuerte no es correr, y menos por dos veces, una primera 10 km. Y la otra 42,195. Una locura. Me puse a calentar y me dijeron que habían eliminado la distancia full y que correríamos todos la half porque no podían garantizar nuestra seguridad tanto tiempo por las inclemencias meteorológicas (era un día de perros). Pero creo que se equivocaron y jugaron con las ilusiones de muchos triatletas que habíamos ido allí a correr un triatlón de larga. Al final casi 12 km. run, 90 bici y 21 km. run que me supieron a poco. Me han chafado mi estreno y por eso estoy jodido.
Contento por las buenas sensaciones que tuve durante toda la carrera. Y eso que el duatlón me cascó bien las piernas y que el recorrido era rompepiernas puro con repechos largos y alguno duro en bici y un continuo sube y baja en la carrera a pie. Estaba fuerte, lástima.
Por lo demás todo genial. Viajé con mis chicas, mis cheerleaders, y nos alojamos en un apartamento muy coquetón, junto a una piscina que casi no pudimos utilizar por las inclemencias meteorológicas. El apartamento tenía incluso bañera de hidromasaje, en la que me sumergí casi una hora tras la prueba y que me dejó totalmente relajado.
Como en las última ocasiones coincidí con varios amigos y triatletas en el barco y luego en los diferentes actos preparados por la organización. Es la situación, para mi, ideal. Rodeado de mis chicas y del ambiente del triatlón por partes iguales.
El día anterior a la prueba salgo a rodar con la bici con mis compañeros de fatigas por el circuíto y comprobamos que eso de rodador era pura fábula. Buenos desniveles y una cuesta sobre la que no nos pusimos de acuerdo si había que subir o no y que tenía un desnivel muy elevado y una buena longitud para cascar las piernas a más de uno. Circuíto ratonero de constantes sube y bajas y sin apenas rectas en las que descansar. Al final serían casi 750 metros de desnivel acumulado cada vuelta de 45 km lo que daba un total de 3000 m en los 180. Mucho más desnivel del publicitado, no sé cómo lo midieron porque nuestros GPS no engañan. Además todo curvas. Mis previsiones de tiempos de paso se van al garete pero hemos venido a disfrutar y, seguro, estaremos entretenidos en el sector de bici.

Pero el tiempo estaba muy alterado, y la previsión para el día “D” no era muy alagüeña. En el briefing nos comentaron que, pese a que la temperatura del agua no permitía el uso del neopreno, era posible que nos lo dejasen utilizar por seguridad. Mala noticia, el estado del mar era visiblemente malo y estaba previsto que fuera a peor. Nado bien con mala mar, me da algo de ventaja. El problema era que anulasen el sector, el único en el que salgo bien situado. Algún participante comentó que el tema de dejarnos el neopreno era porque, tal y como estaba el mar, si tenían que rescatar cuerpos era más fácil con neopreno porque flotamos. Sin neopreno los cadáveres se van al fondo hasta que pasa un tiempo. Y lo decía todo serio.
Cena en la pasta party con la familia y los amigos y a la cama prontito.
Suelo dormir bien las noches antes de las carreras, poco pero bien ya que hay que madrugar mucho. Pero madrugar no es problema para alguien que, como yo, se levanta habitualmente antes de la 6 de la mañana entre semana y a las 7 y media los fines de semana. Al despertar me dirijo aún zombi a la terraza y compruebo con tristeza que el viento era muy fuerte y racheado y que llovía con ganas. Desayuno lo que me entra, me cojo el impermeable y un paraguas y a la zona de salida que está a unos 20 minutos andando. Al salir del apartamento veo a otro “loco” que, como yo, va a esa zona y que va a coger un coche. Le pregunto si va para allá y me dice que viene conmigo y que no cogerá el coche porque le será difícil aparcar. Vamos charlando todo el camino lo que hace que sea más ameno. Al pasar por la zona de playa oímos desolados el estruendo que forman las olas al romper en la playa. Aún es de noche y no se ve, pero no es buen presagio. El también va hacer el full y el agua no es su fuerte así que comenta que si suprimen el sector por él encantado. Yo le digo que a mi me hacen la pascua y ríe mirando al cielo comentando “nunca llueve a gusto de todos”. Da gusto compartir momentos con gente así, un veterano +50 (no me confiesa su edad real, pero me saca una buena decena de años). Llegamos a la zona de transición, y nos despedimos deseándonos suerte. Luego, entre el barullo, no volveremos a vernos.

Comentan por megafonía que dado el estado del mar se permitía el neopreno, así que me lo enfundo y, aún de noche, voy al agua a probar cómo estaba. Entro con un asturiano que me comenta que no es para tanto, que está acostumbrado a la mala mar. Hacemos varias bromas y nos adentramos entre las olas que nos chocan con fuerza. Es de noche cerrada y no se ve apenas nada. “Tamos locos” grito y nadamos un poco hasta constatar que las olas rompen no sólo en la línea de playa, sino mucho más adentro y que el oleaje hacía inviable nadar dos metros seguidos. Me grita que se sale y le sigo de cerca. Una ola nos hace chocar y nos separamos. Una fuerte resaca hace casi imposible volver a la costa y las olas te sorprenden demasiado a menudo, tragando mucha agua salada. Cuando logro pisar tierra decido que es imposible nadar ahí, opinión compartida por los pocos osados que nos hemos adentrado en ese mar. Para los pocos “locos” que lo hemos intentado. Al salir veo a varios amigos de Ibiza y les comento que es imposible nadar así. Esperamos pacientemente la decisión de la organización viendo, con las primeras luces del día, que estábamos en lo cierto. Antes de que comenten la decisión ya lo tenemos claro y nos marchamos a cambiarnos para hacer un duatlón. Somos de los primeros en hacerlo y al poco tiempo dan la noticia de que se suprime la parte de natación y que los del full y el half haremos 10 km de carrera en el primer sector, y los del 57 harán 7 kilómetros. Estoy jodido porque se ha aguado mi primera participación en un triatlón de distancia Ironman. Además, el reto va a ser más jodido de lo que pensaba. Correr 10 km, hacer 180 de bici en ese circuíto rompepiernas con la lluvia incesante y el fuerte viento que nos azotaba, para acabar con una maratón. Todo eso estaba por encima de lo esperado pero valor y al toro y me pongo a calentar con los amigos. Deberíamos haber salido a las 07:30 pero la organización estuvo muy lenta en la toma de decisiones, a pesar de que la previsión era encontrarnos lo que nos encontramos.
Eran ya las 08:30 cuando nos dicen que saldríamos a las 09:00 horas. Pero ahí vino el mazazo. Un oficial viene preguntando por participantes del full y me da la noticia. La distancia full había sido suprimida por seguridad y todos haríamos la half. Esto supone hacer 10km, 90 de bici y luego una media maratón. Se me viene el alma al suelo y me pillo un cabreo que me hace plantearme, incluso, el tomar la salida. Yo no he entrenado todo un año para esto, yo no he pagado esto ni quiero esto. Como un zombie, me dirijo a la zona de salida donde nos tienen otra media hora esperando no se sabe qué. Con frío, mojados y pensando en para qué habíamos calentado para estar media hora parados allí sin que nadie nos dijera qué pasaba. Nuevamente me planteo no salir. Como lo hizo buena parte (creo que casi un 35%) de los que nos habíamos presentado al Check-in de bicicletas el día anterior. Cada momento veíamos cómo algunos triatletas cabreados se marchaban entre quejas airadas a la organización. Pero al final triunfa en tu cabeza el “ya que estoy aquí…” y tomas la salida casi a las 09:30 horas, dos horas después de lo previsto. Eso si, el ánimo por los suelos y eso se nota.

Comienzo a correr frío, despacio, de los últimos. El circuito está muy mojado y en el adoquinado hay que tener cuidado con los resbalones. Además son continuas las subidas y bajadas y los cambios de dirección y eso quema las piernas. El resto de ibicencos me abandona a ritmos muy superiores al mío. Al final fueron casi 12 km que hice en unos 54 minutos. Buen tiempo dadas las circunstancias. Me siento bien y las piernas van.
Cojo la bici con calma y me dirijo a las primeras rampas.
El duatlón no es lo mío y lo compruebo en los primeros kilómetros. Las piernas no van, voy flojo y cuando me subo de pie noto algún amago de calambre que me hace bajar. Aún así en los primeros kilómetros paso bastante gente.
Es curioso, cuando el triatlón empieza de forma lógica, es decir nadando, paso gente en los primeros momentos pero luego me sobrepasan muchos más y a ritmos muy superiores al mío. Clara muestra de que no salgo con mi grupo de referencia. Nadando salgo bien situado. Corriendo… pues no. Paso bastante gente muy atrancada. Hay que tener cuidado con el asfalto mojado. En una cuesta fuerte, hago una curva y, subiendo, la bici patina. Ostras cómo debe ser bajando!. Cuidadín cuidadín. Corono la primera subida larga y me tiro hacia abajo con buen ritmo. Hasta que llego a la subida de marras que habíamos visto el día anterior. Dura, dura y larga, larga. En esa subida noto amagos de rampas en los isquios de ambas piernas y bajo el ritmo. Me había emocionado pasando gente incluso en la subida. A partir de ahí tranquilito y muy cargado de piernas. Bebo lo que puedo pero la comida no me entra. En la primera vuelta de 45 km empiezo a tener rampas en los cuádriceps. Así que aflojo y a mirar el paisaje. Disfruto encima de la bici, es como un entreno largo, el tema de haber suprimido la distancia full me ha dejado sin objetivo y casi sin motivación. Pero también sin presión y eso me hace disfrutar aún más. A pesar de la lluvia, del viento y de un par de sustos, de los repechos y de las continuas curvas ciegas. A pesar de los pesares disfruto y por un buen tiempo me olvido de que debía estar disputando el full.
Se me van las rampas (a ese ritmo, normal…). Me gusta esto. He encontrado mi sitio en el deporte. Un poco tarde, pasados los 40, pero nunca es tarde. Estoy más en forma que nunca y disfruto como nunca. En mi abstracción no me doy cuenta que llega otra vez la rampa maldita. Subo con el 23 y a los 100 metros me pega un trallazo el isquio izquierdo. Tengo que bajarme de la bici y recuperar como puedo. Un corredor veterano que subía andando la cuesta me echa una mano y me ayuda a sostenerme en pie (no era fácil en la cuesta con esa pendiente y con las botas de ciclismo). Me da sabios consejos y me echa agua fresca de un bidón que yo había cogido hace poco en un avituallamiento. Incluso me masajea la pierna. Un crack al que le estoy muy agradecido. Cuando logro recuperar un poco subo andando con la bici lo que me queda de cuesta y me subo de nuevo a mi flaca. Voy dolorido, ha sido una rampa bestial, hay que estirar sobre la bici y no forzar.



















Vuelvo a la realidad y a sufrir encima de la bici unos 10 kilómetros, hasta que todo se regulariza y paso a varios de los triatletas que me pasaron durante esos momentos de debilidad. Vuelvo a estar bien, fuerte y disfrutando pero acabo la bici.

                      En la T2 coincido con un mallorquín que se estrenaba en un MD. Comentamos lo dura que había sido la bici y que ahora ya era cuestión de acabar. Le veo estresado y le digo que no hay prisa, me lo tomo con calma e incluso marcho al servicio químico a dejar un “regalito” que llevaba tiempo gestando. Todo esto andando. Lo que he dicho, sin presión y disfrutando. Se me ve en las fotos que me hicieron tanto por parte del personal la organización como las que me hicieron mis chicas. Voy feliz y contento, sonriendo y hablando con todo el mundo.

 Ya me han jodido bien entre las inclemencias meteorológicas y la organización. Pero ahora toca disfrutar. Empiezo a correr a buen ritmo y sin amago de mis problemas musculares anteriores. Paso muchos corredores. Algunos ya andan en la primera vuelta. Increíble, yo, pasando triatletas en la carrera a pie. Veo a mis chicas y me paro a dar y recibir besos y a comentar la jugada.

Hay que decir que le dije a mi costilla que no hacía falta que viniera hasta que comenzase a correr dado que no iba a poder verme y controlar a las dos fierecillas todo ese tiempo es complicado. Pero ella no sabía que habían acortado las distancias. No me dejaron coger la bolsa del guardarropa cuando me enteré de la reducción. Quería llamar por teléfono y decírselo pero fue imposible. Busqué también a un amigo que estaba de oficial pero no lo encontré.
Pero en mi primer paso por la zona de transición vi a mis chicas. Subidón subidón, así que me paré a comentarles lo ocurrido y a dar y recibir besos. Cosa que hice cada vez que las veía, sin presión, estaba claro. Disfruté de la carrera a pie.




 Charlaba con otros participantes, con los voluntarios, con el público. Le comenté a mi costilla después que me llama la atención lo que me abro en competición, parezco mi hermano Carlos. Iba feliz y contento y muy cómodo. Había entrenado para una maratón y 21 kilómetros se me antojaban poco. Y así fue. Sin darme cuenta llegué a la tercera vuelta del circuito de 7 km y poco antes de la línea de meta alcancé al mallorquín con el que había coincidido en la T2. Le dije “¿a que no duele tanto desvirgarse?” y hablamos durante los últimos metros de las sensaciones y emociones de la llegada. Nos reímos cuando me comentó que tenía la piel de gallina y le mostré mis brazos con los pelos como escarpias. Cuando enfilamos la recta de meta le dije que se adelantase y que disfrutase y llorase sin complejos, que yo haría lo mismo. Se quedó en la misma línea de meta posando para la foto unos interminables segundos, así que pasé a su lado bromeando.




 Besos de mis chicas, medallón y camiseta finisher y a la zona de avituallamiento. Juro que en esos momentos se me había olvidado que yo no había venido a correr un duatlón de media distancia. Era feliz. Y más cuando mi señora, muy atenta, me advirtió que había cerveza.




De vuelta al apartamento me sumerjo en la bañera de hidromasaje y ahí me viene el bajón. Pienso que aún debería estar corriendo mi primer IM y me vengo un poco abajo. Pero se me pasa al salir del baño y ver a mis chicas retozando por el apartamento. Soy feliz de nuevo. Otra vez será.
Disfrutamos el resto de la estancia.
De vuelta en casa paso unos días algo decaído. Imagino que sería el bajón lógico post competición. No me apetece entrenar para la maratón de Valencia. Mucha caña y no me quedan ganas para ello. Ya teníamos todo previsto para ir mi mujer y yo y dejar a las niñas con sus abuelos. Pero no me apetece, llevo un año cargado de competiciones. Muchos duatlones, carreras, el Quadriatlón, la Ultra Team, el Irontrimallorca. Y no he descansado. Me digo a mi mismo que ya es el momento de acabar la temporada y lo decido pasados unos días en los que veo que, efectivamente no me apetece entrenar duro. Hago salidas suaves y nado, sobre todo nado. Es lo que más me apetece.
Pero bueno, todo pasa, y ya estoy preparando la media maratón de montaña que tenemos en Ibiza el 4 de noviembre. Me apetece y lo que queda del año voy a hacer lo que me apetezca.
Eso si, el año que viene vuelvo a la carga. Ya tengo en el horizonte la maratón de Sevilla, el Challenge de Calella, Barcelona (Otro IM, no vuelvo a repetir el ICAN), la Ultra Team, y algún MD. En el camino haré todas las carreras, travesías, duatlones y triatlones que se organicen en mi isla. Ya he cargado pilas. Un parón es necesario.

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