miércoles, 13 de febrero de 2013

CRÓNICA TRIATLÓN DOBLE OLÍMPICO IRONTRIMALLORCA 2012

IRONTRIMALLORCA 2012.

Hay días en que sientes que te ha mirado un tuerto, o una serie de tuertos, como fue el caso. Sin duda el triatlón de larga distancia en el que más he sufrido, y el que más me ha costado acabar. No dignamente, acabar simplemente.
Venía fuerte a este triatlón. Estaba nadando bien, en bici rodaba bien y subía mejor, y corriendo me sentía muy cómodo rodando por debajo de 5 min/km en carreras de menos de 20 km. Y encima me había traído a mis chicas, cheerleaders particulares que hacen que todo sea más especial y mis talismanes. Nada podía fallar y esperaba mejorar, por bastante márgen, mi marca del pasado año a pesar que habían cambiado el circuíto de bici y que el de este año tenía unos kilometrillos de más y muchos toboganes rompepiernas.
Pero el viaje comenzó a torcerse cuando nos dejamos olvidado en casa el neceser con todos los productos de baño de mi costilla y de mis costillitas. Pasamos buena parte del día siguiente a nuestra llegada a Cala Millor comprando lo necesario de tienda en tienda. Pero bueno, sin problema.
El viernes a primerísima hora salgo a probar el circuíto de bici. Joer, rompepiernas es poco, no podías acoplarte casi en ningún momento. O estabas subiendo o bajando, eso amenizado por multitud de curvas sin visibilidad y por un asfalto quebrado en carreteras de tercera. Hice los casi 41 km de una vuelta y supe que iba a ser duro y que podría a prueba la fiabilidad de mi montura. El recorrido me cargó mucho la zona de apoyo en el sillín situada al final de la columna. Llevaba 10 kilos en mis tubulares y decidí, para la carrera, bajar un par de kilitos para hacer que los neumáticos absorbieran más las irregularidades del terreno y que no fueran mis posaderas las que lo hicieran. Así lo hice y dejé ambas ruedas en 8 kilos, una presión que nunca había metido y el límite inferior recomendado de los tubulares que llevaba. A la postre craso error de principiante según me confirmaron varios entendidos.
El resto del viernes comprando lo necesario y con mis chicas, disfrutando del viaje. Turismo de triatlón, que es lo que hacemos en estos últimos dos años.
El sábado recojo las bolsas de corredor y voy a dos charlas muy interesantes. Luego a la pasta party, donde coincido con varios amigos que habían venido de Ibiza, con los que mantengo una buena charla durante la cena y la post cena.
El domingo amanezco a las 5:30, desayuno todo lo que entra (a mi por la mañana no me entra casi nada), me tomo mi fortasec y mi ranitidina, cojo los aparejos y a la playa. Media horita de paseo muy, muy lento que me sabe a gloria, por el paseo marítimo de Cala Millor, una gozada que me relaja y me hace ver lo afortunado que soy de poder disfrutar de lo que me gusta en este marco perfecto.
Llego sobre las 7:30 a boxes y allí me encuentro con muchos amigos de Mallorca y la expedición Ibicenca. Muchos nervios en el ambiente, risas nerviosas, comentarios sin sentido, revisión una y otra vez de las monturas, kilos de vaselina, neopreno y a probar el agua. He dejado las barritas y los geles en la flaca y la he revisado por encima. Todo bien aparentemente. Aparentemente…
Tras varias pruebas estoy convencido que la mayoría de los nervios que detecto y que en mi caso casi no aparecen, se deben al miedo al sector del agua. Precisamente el que yo más disfruto. Mis nervios comienzan al finalizar la bici y empezar a correr, mientras compruebo como van mis sensaciones ese día y me hago una idea de cómo será esta última parte de la prueba, mi tendón de Aquiles sin duda. Pero la inmensa mayoría están desencajados mirando al mar. Me coloco en un lateral, el más alejado a la trayectoria ideal a la primera boya. Sé que nadaré unos metros de más pero eso no me importa si hago una primera boya limpia. Poco más tarde de las 8:30 pistoletazo y al agua.

Como siempre, parece que vayamos a hacer un 500. Salgo fuerte pero regulando y compruebo que somos pocos los que regulamos. Tengo a casi todos los participantes a mi izquierda, precisamente por donde respiro (soy así de globero y no respiro por la derecha a no ser que el mar me obligue). Unas frecuencias de brazada bestiales para poder mantenerse. Sé que de todos esos que van a mi ritmo pero que dan dos brazadas por cada una mía, pocos llegarán conmigo a la primera boya, y menos a la T1. Estoy en lo cierto, y ya en la primera boya ajusto el ritmo a un grupillo en el que veo a un ibicenco de mi club que se estrena en larga. Josep, un mákina de 19 añitos. Gana todo en Ibiza, es bueno nadando, muy bueno en bici y excelente corriendo. Sé que quedará bien. En las travesías de Ibiza suelo nadar cerca de él, pero, si hay varias vueltas, cada vez que echamos pie a tierra se me va muchos metros, sale disparado y ya es difícil volverlo a coger. Pillo sus pies y el ritmo es bueno. Vamos unos 5 triatletas en el grupo. Vamos pillando a algunos y les pasamos. Las posiciones en el grupo se intercambian constantemente salvo porque el que tira, siempre, es Josep. El recorrido es a dos vueltas de 1500 metros (bueno, por los tiempos de todos determinamos que serían unos 1600 por vuelta).

Primera salida a tierra y compruebo lo de siempre, cuando me quiero dar cuenta Josep se marcha como alma que lleva el diablo. Y el grupo, ahora de 5, hacemos lo que podemos para recuperarle cuando volvemos al agua. Nos cantan en el giro que vamos entre los 10 primeros. Bueno, salimos 78 más 5 equipos, así que no está mal. Antes de llegar a la primera boya ya toco los pies de Josep otra vez. Me ha costado un imperio pillarle y llevo en hilera a los compañeros de fatigas que no me han dado ni un relevo, así que ahora me dejo caer al final de la fila y disfruto del sabroso drafting. Parecemos un pelotón ciclista, ni habiendo llegado a un acuerdo antes de la prueba lo hubiéramos hecho mejor. Eso si, última boya y globero el últimoooooo. Lo que era una fila vertical se convierte en una horizontal. Noto que voy bien y aprieto un poco, pero me responden por todas partes, así que me limito a no caer del grupo y reservar para la bici. Josep se marcha unos metros y tras de él los demás. En la primera transición nos saca unos 10 segundos (vuelve a salir del agua como si volara…) y le sigo a regañadientes, él 6º y yo 7º de este primer sector. Bien. Le animo en la carpa en la que nos quitamos el neopreno, sé que ya no le voy a ver salvo en los cruces, me ofrece una señorita de la organización si quiero crema solar y le digo “si me la pones tu…”, me dice que claro, y me pringa bien de protección solar, al llegar de la bici sería protección solar con mosquitos.
Primera transición cómoda. Me suele pasar, no uso apenas las piernas en la natación y salgo con ellas frescas. Pero al intentar acoplarme en el primer semi-llano que veo, los acoples se me caen para adelante. Van muy flojos y no llevo llave alen para apretarlos. Bueno, tampoco hay mucho sitio donde acoplarse así que… Lo que no entiendo aún es cómo se aflojaron si hace casi un año que no los toco, será el relente que les cayó durante la noche, no lo entiendo. Me fastidia algo más porque llevo un bidón entre los acoples, y no para de zigzaguear con cada movimiento y no hay quien beba y resulta molesto cuando pedaleo de pie. Los primeros kilómetros de bici mantengo un buen ritmo cuando lo habitual es ir progresivamente. No paso a nadie (los 6 de delante iban follaos), pero sólo me pasan dos en los primeros 20 km, uno de ellos Miniño, un mákina mallorquín, y paso a muchos del Olímpico que habían salido 10 minutos después pero que sólo hacían 1500 de natación.
En la primera vuelta de 41 km veo por primera vez a mis cheerleaders, les digo que voy genial y me animan.

Desde el Ican del año pasado que decidí que no voy a ninguna prueba si no vienen conmigo. Esto no se paga. Mantengo buen ritmo y bebo y como según lo previsto. Pero sobre el km. 50 oigo psssss en la rueda delantera. Mis peores augurios se convierten en realidad. Pinchazo tremendo porque la rueda ha tardado menos de 5 segundos en perder todo el aire y eso no es bueno. Paro cabreado a un lado de la carretera, y me dispongo a usar el spray antipinchazos aunque ya imagino que no servirá para nada porque el desastre tiene que ser gordo por el poco tiempo que he tardado en perder toda la presión. Efectivamente la espuma sale a la misma presión que entra por un lateral de la rueda, justo donde la válvula, poniéndome pringado. Mal asunto, toca cambiar el tubular, por suerte llevo uno de recambio. En esto para una moto con un juez que se interesa por el problema, se lo cuento y se queda al margen, más que para ayudarme para comprobar que nadie me ayuda. Bueno, al curro, toca quitar el tubular, que no sale ni a la de tres. Bien pegado está el jodio. Me cuesta un imperio y mucho, demasiado tiempo sacarlo. Ahora a poner el de repuesto. Otro error, el de repuesto tiene que ser usado y el mío era nuevecito, nuevecito. Los usados están dados de si y entran mejor. Otros buenos minutos para ponerlo, compruebo que no queda bien centrado al hincharlo un poco, así que a desmontarlo y montarlo de nuevo. Me pasa hasta el tato, con lo que mi cabreo va en aumento, de ahí los nervios, las prisas, y esas prisas no son buenas. Me pasan amigos que se interesan por mi estado, incluso me ofrecen ayuda y les digo que no hace falta mirando de reojo al juez que sigue ahí impasible. Vuelvo a montar con mucha dificultad el tubular, le meto la presión que puedo con la bomba de mano. Poca presión para un tubular pero poco más se puede hacer, estos 30 kilómetros que quedan van a ser muy duros y habrá que tener mucho cuidado en las curvas por si destalona el tubular. 18 interminables minutos después, según mi Garmin, me dispongo a iniciar la marcha, pero el juez me indica que no debo dejar nada allí, así que me coloco el tubular cascado hecho un 8 entre los hombros y el cuello (tipo Bahamontes en sus mejores tiempos) y recojo hasta un bulón del spray que usé y que se había salido. Inicio la marcha otra vez y compruebo que he de tener mucho cuidado con la rueda de adelante, poca presión y posibilidad de destalonamiento porque el pegamento no pega igual la segunda vez que la primera. La válvula del tubular que pinchó se ha salido de su emplazamiento por un lateral y por ahí salía el aire tan rápido. Luego me confirmaron que el problema sería debido a quitar presión, que el tubular se movería en la llanta y presionaría la válvula, consiguiendo sacarla. Vaya idea tuve al bajar la presión, nuevo aprendizaje que anotar. El resto de la bici jodido y cabreado, fuerzo mucho en las rectas y en las subidas que es donde puedo, ya que cuando el terreno se pone sinuoso no puedo forzar nada y en las curvas menos. Me cargo mucho de cuádriceps y de isquios y lo noto cuando me bajo de la bici.
Sabía que mis chicas me estarían esperando inquietas al ver que no llegaba en lo previsto. Le suelo hacer a mi costilla un planing de horas de paso por los puntos, con la mejor y la peor de las previsiones. Y suelo acertar, pero ahora iba muy por debajo de la peor previsión, con esos 18 minutos perdidos y algunos más por no poder moverme con soltura en el recorrido de bici durante 30 interminables kilómetros. Por eso les dije a los amigos que me cruzaba que le contasen lo que me había pasado a mi señora para que no se preocupara y así fue. Mejor. Primeros 50 kilómetros de coña, luego arrastrándome, tomando las curvas tipo verano azul y subiendo cuestas a plato. Una locura que pagaría poco después.
Dejo la bici en su sitio, cabreado (no con ella, sino por ella), y en cuanto comienzo a correr hacia la carpa me doy cuenta que la carrera va a ser jodida. Tengo amagos de rampas en los cuádriceps y en los isquios de ambas piernas. Veo a mis chicas y eso me reconforta, algo, pero estoy preocupado con las piernas, me cambio rápidamente y al lío, que quedan 20 kilómetros con tres vueltas y tres subidas al castillo de Punta de N´amer, con sus rampas curiosas y sus caminos arenosos.

Comienzo como Chiquito de la Calzada, con mucho “cuidadín cuidadín”, a ver si se me va pasando el peligro muscular, pero veo que va a peor. Tras el primer avituallamiento en el que me paro, y al comenzar de nuevo a correr siento una fuerte rampa en el cuadriceps izquierdo, que se queda como de piedra, lo que me hace pararme. Se me acerca una chica de la organización con muy buena fe que me aconseja relajar el músculo (si pudiera iba a estar yo ahí parado viendo cómo me volvían a pasar muchos triatletas…). Intento estirarlo y me pega en el isquio izquierdo. Dolor insoportable y al suelo, donde se me contracturaría también el cuadriceps derecho. Pasé ahí tumbado cinco minutos según el Garmin intentando volver a la normalidad mientras la voluntaria flipaba y comentaba a otro chico que se había acercado “mira los muslos, se le ven los músculos como piedras, pobre chico…”. ¿Pobre chico?, podría ser su padre con mis 43 tacos y sus veintipocos… Consigo volver a la calma y me ayudan a levantarme. Me siento en un lateral del paseo marítimo y, por segunda vez, me planteo abandonar (la primera tras pasar casi 5 minutos intentando poner el tubular nuevo sin conseguirlo). Pero soy trimindundi y el puesto es lo de menos (a este paso el último…) por ahora sólo me interesa llegar, ser finisher una vez más, que al fin y al cabo es lo que recuerdas. Consigo volver a caminar y, poco a poco, a correr. Se pone a llover y esta lluvia reconforta, pasando a molestar cuando arrecia, pero viene bien refrescarse porque empezaba a hacer calor. En la primera vuelta vuelvo a ver a mis chicas que me animan. Mi cara debería ser un poema, y le digo a mi mujer que la cosa está muy jodida, que voy todo rampado y no recupero. Aún así no paran de animarme. Mi hija mayor me grita que está orgullosa de mi, sin que su madre (me lo confirmó luego) le dijera nada.¿Quién se retira así?. Imposible. Unas lagrimillas y piel de gallina y a seguir.
Ando en los avituallamientos y en las pendientes jodidas, y vuelvo a pasar a algún triatleta aún así, que está peor que yo. Sufro como nunca antes porque en los 20 kilómetros no consigo quitarme el amago de calambre y voy con las piernas pesadísimas. El esfuerzo extra de la bici lo estoy pagando, también los 18 minutos parado, enfriamiento y volver a pedalear con mucha rabia y fuerza sin calentar (nuevo aprendizaje para la libreta), además de que con el cabreo se me olvidó comer y beber durante los últimos 30 kilómetros de la bici. Fallos de principiante que, a la postre, es lo que soy.
Paso de nuevo por la zona de llegada y veo a mis chicas, esta vez me paro a darles un beso a cada una de mis costillitas, besos que me saben a gloria. Voy algo mejor y mi ritmo empieza a ser aceptable. La mejor mi última vuelta, en la que, imagino que por lo que fui bebiendo y comiendo en los avituallamientos, las piernas respondían algo mejor. Sólo algo mejor.
Llego al final con un tiempo triste, con poca gente ya animando, oyendo por megafonía cómo se están dando ya los premios y cómo todo el mundo debe estar ya allí y no en la zona de meta. Pero ahí están mis chicas, parapetadas bajo paraguas por la que está cayendo, pero sin fallarme en ningún momento.



Esta vez no ha habido lágrimas a la llegada, he sufrido tanto que no me he emocionado al llegar, sólo quería acabar y pasar página. Besos a mis chicas y a reponer fuerzas con las pocas viandas que quedaban en la zona de recuperación. He probado llegar de los últimos en esta competición (el año pasado lo hice por la mitad de la tabla) y no me ha gustado, me he sentido olvidado por la organización y he decidido que no voy a repetir este triatlón a pesar que me encanta la zona y el ambiente.
Mis chicas se marchan al apartamento a comer, que ya era tarde y seguía lloviendo. Yo recojo mis cosas y, con el resto de ibicencos, nos vamos a reponer fuerzas por nuestra parte. Dos jarras de buena cerveza y algo que picar (hay que reponer líquidos sobre todo…) y lo mejor, una buena charla de triatlón que, a la postre, es lo que nos ha reunido. Ahora a preparar el full ICAN del 29 de septiembre. Va a ser duro. Los 3800 de natación no serán un problema si el mar se porta. Pero los 180 de bici por la sierra de Alcudia, con un desnivel acumulado importante, van a ser determinantes. Y luego, para acabar, una maratoncilla de naaaaaa. Pero estoy deseando estar en la línea de salida y, lo más importante, entrenar para ello.

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